Señoras en la cola del pan discutiendo la filmografía de Wim Wenders. Adolescentes en el McDonald’s dando ideas alternativas para el final de un film sueco. Gente acudiendo en masa al estreno de películas minoritarias de autores noveles. No, no es ningún tipo de sociedad del futuro ni de distopía a lo 1984: se trata del Festival de Cine de San Sebastián, que año tras año transforma la ciudad y la tiñe de celuloide hasta donde pueden ver los ojos. Las tiendas exhiben sus mejores galas, los carteles de cine (polémicas absurdas aparte) llenan la ciudad y el público, en general, se vuelca con un festival que cumple 65 años en 2017.
Y mientras que a otros los años les van pesando, el Zinemaldi ha empezado su primera jornada demostrando que está presente en la vanguardia del cine… Y que, al mismo tiempo, tiene al peor equipo del mundo para elegir films inaugurales. Echemos un vistazo a lo que ha dado de sí este primer día dividiéndolo de mayor a menor calificación de Cine en Serio (también conocidos por aquí como “Esos de la tarjetita rosa VIP”. ¡Siempre ha habido clases!)
CALL ME BY YOUR NAME (Perlas) ****
Ya dijimos ayer que era muy difícil encontrar una crítica negativa de Call me by your name, y, una vez vista, nos parece lógico. Estamos ante una película sensual que, en lugar de quedarse en el telefilme de media tarde de Antena 3, toma decisiones arriesgadas: alarga la tensión sexual más de lo que nadie haría, añade un epílogo que dura mucho más de lo que debería y hace que el protagonista realice acciones que pueden parecer moralmente reprobables. Y, sin embargo, todas estas decisiones, que en manos de otro director habrían hecho que el film sucumbiera, salen triunfantes del metraje de la película: ni la tensión sexual llega a ser ridícula, ni el final sucumbe al tedio, ni el protagonista cae mal.
Durante las algo más de dos horas de Call me by your name veremos lugares comunes reinventados, una exitosa planificación de planos, una conversación que nos erizará los pelos del brazo y un plano final inolvidable. Todo ello rodeados de la naturaleza de la campiña italiana en un verano de los años 80 en el que el joven Elio, de 17 años, descubre su sexualidad y experimenta amando en secreto al estudiante universitario que su padre ha llevado a la villa, Oliver.
Call me by your name es lo suficientemente inteligente como para evitar una descarga excesiva de sacarina, para delimitar claramente la relación en todo momento y para hacer que ambos protagonistas tengan luces y sombras, consiguiendo así que su imperfección epate con el espectador. Al final, Call me by your name no sorprende con su argumento (ni lo intenta), sino con lo que evoca: errores imperdonables, adioses que dolerán siempre, primeros amores, dudas existenciales, pasiones sin límites, relaciones prohibidas y la percepción de que el tiempo, al final, todo lo cura creando una barrera de insensibilidad a nuestro alrededor. No es una película melancólica ni triste: su objetivo es que todos revivamos situaciones que quizá tengamos enterradas muy dentro de nosotros. Y lo consigue. Estamos ante una de las películas del año, sin duda alguna. Tiempo al tiempo: Dará de qué hablar.
THE SQUARE (Zabaltegi) ****
Hay quien dice que The Square, flamante (y polémica) ganadora de la Palma de Oro en Cannes, no es sino una película plagada de humor gamberro para adolescentes, de provocaciones sin sentido y de sketches que podrían funcionar por separado a lo Vaya semanita. Personalmente creo que se acerca más a Toni Erdmann que a estos calificativos. Y es que The Square no pretende en ningún momento ser una comedia al uso. Desde la primera escena saca el cuchillo y se dedica a ironizar de forma brillante sobre el mundo del arte, a descuartizarlo sin piedad hasta que lo único que queda es una niña mendigo con un gato en brazos explotando en mil pedazos.
Sí, The Square es provocativa, pero no de una forma pueril. Sus provocaciones tienen un claro objetivo: en primer lugar lidiar con el arte moderno y, poco a poco, virar hacia una crítica del mundo en el que nos movemos, en el que todo movimiento puede ser criticado abiertamente como algo fuera de lugar y en el que un micrófono, hoy por hoy en la boca de cualquiera, puede dar lugar a las opiniones enfrentadas más variopintas: donde uno ve libertad de expresión, otro ve unos límites, y ambas partes creen que tienen razón y jamás cambiarán de opinión. Hay escenas en The Square que son un ejercicio de ironía y sarcasmo como pocos se han visto en el cine de los últimos años: la rueda de prensa, el anuncio, la cena, las presentaciones artísticas… No son sino el reflejo de un mundo snob que vive totalmente apartado del mundo real. Quizá por eso ha molestado tanto.
The Square critica esta separación entre el mundo real y el mundo en el que vive la clase alta del mundo del arte, que se obsesiona con retratar una cotidianeidad que ni siquiera conoce. Por el camino comete el error de driblar y meterse en historias y escenas por las que patina y que diluyen el resultado final, pero no quita para que, la mayor parte del tiempo, The Square sea una maravilla inesperada. Al final de la proyección, como en Cannes, opiniones divididas. ¿Lo mejor? Probar por uno mismo.
CONTINUARÁ…
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