Es sorprendente cómo, mientras en el cine mainstream, el tabaco está cada vez menos visto (solo fuman los malos, si fuman, y el glamour del humo se asocia ahora con el cáncer, las enfermedades respiratorias y cosas feas) y, sin embargo, en el cine independiente que estamos viendo estos días toman cigarros como si fueran gominolas. Ya sean jóvenes madrileños de la Gen Z o rudos vaqueros del Oeste, no hay escena que no esté acompañada de una bocanada de humo. Que sí, que el antiguo Hollywood, que lo bien que queda en cámara, que lo que queráis, pero hay películas en las que no paras de preocuparte por el enfisema que les va a salir dentro de unos años, como le pasó al hombre de Marlboro en su día. Eso sí que da para peli.
Bienvenidos al quinto día del Zinemaldi, el único lugar donde los encargados de marketing ponen espejos sobre un puente para que encuentres letras en el agua.
La hija (Manuel Martín Cuenca)⭐️⭐️⭐️
Javier Gutiérrez es habitual de dos tipos de papel muy distintos: por un lado, el de caradura medio en serio medio en broma (Vergüenza, Reyes de la noche) y por otro el de psicópata de andar por casa, el típico señor majete que siempre saluda en el rellano y al final tenía cuatro cadáveres tras el alicatado. En el caso de La hija tenemos a ese segundo Gutiérrez, un papel que parece hecho tan a medida que es posible que el actor se encuentre demasiado cómodo. Es normal: la película al completo parece ir en piloto automático desde el minuto uno.
La hija usa la gestación subrogada para contar una historia de revenge porn que ves venir tan de lejos que cuando llega el momento épico no te sorprende. Además, utiliza los códigos del género casi calcados a otras películas: casa gigante, buhardilla escondida, «Es mi hija», etcétera. Cero sorpresas: parece creado por una inteligencia artificial después de analizar cien películas del estilo.
¿Significa eso que es mala? No, claro que no: es siempre entretenida, los actores son solventes y el guion cumple lo básico. La hija se parece más a una película explotation, que trataba de que todas fueran muy parecidas entre ellas para que el público supiera lo que se iba a encontrar y no saliera decepcionado, que a una película de festival. No dejará huella.
Fire on the Plain (Zhang Ji) ⭐️⭐️
La ópera prima de Zhang Ji tiene el problema básico de muchas de las óperas primas orientales que hemos visto en el Zinemaldi: con miedo de constreñirse a una sola trama, tira a cinco o seis. ¿El resultado? Lo que podría ser un noir angustioso termina siendo una mezcla de romance impostado e investigación venida a menos en la que lo más destacable termina siendo una bellísima fotografía nocturna que no compensa el visionado a ciertas horas.
El problema de Fire on the plain es que cuando se pone por fin manos a la obra a desenmarañar el tejido que ha creado durante la primera parte de la película, antes del salto temporal, ya es tarde, y muchos espectadores estarán distraídos. Es una pena, porque es a partir de aquí donde empiezan las escenas realmente interesantes, en las que la investigación sobre los taxistas asesinados se esclarece, la crítica social deja de parecer un añadido burdo para formar parte intrínseca de la película y el abanico de subtramas abiertas durante su primer acto comienzan a cerrarse.
Como digo, tristemente es demasiado tarde: Zhang Ji no está tan interesado en contar el planteamiento de su trama como su resolución, y al final hiere a toda una película que ya no puede remontar el vuelo. Una pena, porque tiene buenas intenciones, grandes planos y una aún mejor labor tras las cámaras. Quizá en la próxima.