En la proyección de Waiting for the barbarians, la chica que tenía al lado (que creo que era una actriz que aparece en un largo de Horizontes Latinos) ha caído roque desde el minuto 1 hasta el 80, donde ha aprovechado para lanzarse a mis piernas como almohada, después a mi hombro, y finalmente a reposar en el hombro de su amiga entre suspiros y ronquidos. Este es el nivel el día que el festival cumple una semana entera y nos enfocamos ya en una recta final que aún puede dar alguna que otra sorpresa (y no solo hablamos de los premios).
Hoy hemos visto el final de la sección oficial a concurso, Diecisiete, cine español con marca Netflix y otro drama adolescente de casas vacías y familias desestructuradas. ¡Bienvenidos al Zinemaldi!
Rocks (Sarah Gavron) ***
La sección oficial del Zinemaldi, que no ha sido ni mejor ni peor que otros años, sino todo lo contrario, ha cerrado con otro drama adolescente de casas vacías y familias desestructuradas, con un pequeño giro que lo hace más interesante: en lugar de cerrarse al drama loco por el drama loco, en Rocks tenemos cierto grado de positividad: el grupo de amigas en el que se involucra la protagonista hay apoyo, hay sonrisas y hay ayuda en los momentos de mayor necesidad.
Tristemente, esta brizna de esperanza en un ambiente multiétnico en el que la lucha de clases se sustituye por una progresiva confianza entre los diferentes estratos de la sociedad se ve perdida por lo poco interesante del proyecto en sí, dirigido de manera excesivamente funcional y poco interesante por Sarah Gavron. Realmente el modo de contar la historia se pega de bruces contra la vitalidad y el optimismo del relato, no consiguiendo explotar del todo una historia con muchas posibilidades que se enfrenta cara a cara a los dramas festivaleros de turno.
Diecisiete (Daniel Sánchez Arévalo) *** ½
La aparición del logo de Netflix en el festival de San Sebastián aún lleva algún pito y algún aplauso de gente que no parece entender que las compañías de streaming han llegado para quedarse (y que Donosti no es Cannes). Y se entiende aún menos cuando los pitos son para una película tan amable y que funciona tan bien como Diecisiete, el road trip errático de dos hermanos improbables que deben entenderse a la fuerza.
Sí, sí, a la mezcla le han echado azúcar de más, y parece que Sánchez Arévalo ha dejado apartada algo de la mala leche que sí tenían Primos o Gordos, pero, por otro lado, su anterior trabajo a Diecisiete fue el anuncio de Campofrío de La tienda LOL, así que algo hemos salido ganando. Biel Montoro y Nacho Sánchez tienen química inmediata entre ellos, aunque el motivo para encontrarse sea un tanto endeble y no se sostenga con su personalidad.
A la mezcla de hermanos reencontrados, Arévalo le mete un perrete con solo tres patas, una abuela moribunda, un viaje al pueblo y una autocaravana, para que todo sea icónico. Pero, ¿sabéis qué? Funciona. Y creo que es muy hipócrita negar que cuando muchos ingredientes que parecen de chiste están bien mezclados, la cosa está buena. No pasará a la historia, es demasiado amable y blanda, pero el ritmo cómico funciona en las escenas que lo precisan, el drama está bien integrado y al final te quedas con ganas de ver más historias de Ismael y Héctor yendo en autocaravana a descubrir el mundo y, ya de paso, a sí mismos. Un cierre muy digno de sección oficial (no a concurso).
CONTINUARÁ…
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