En las otras secciones del Festival de San Sebastián que no son la oficial también hemos visto conciertos de góspel (Amazing Grace), películas de afectados por el #MeToo (Luz de mi vida), nuevos directores lituanos (Nematoma) y cine en el desierto (Waiting for the barbarians) que se podía quedar allí. ¡Bienvenidos al Zinemaldi!
PERLAS: Luz de mi vida (Casey Affleck) **
¿Os acordáis de esas terribles afirmaciones que decían que el #MeToo haría que los afectados no volvieran a trabajar jamás por culpa del estigma? Bueno. Casey Affleck ha admitido haber sido un acosador. Casey Affleck ha presentado en Donosti su nueva película, Luz de mi vida. Ambas afirmaciones son correctas. Pero hay que separar persona de artista, así que vamos a analizar su nueva obra sin tener en cuenta que no es trigo limpio. Luz de mi vida es aburridísima. Esto también es verdad.
Os cuento el argumento y os insto a beber un chupito tras cada tópico argumental que ya habéis visto en una película de los últimos diez años: Un hombre y su hija caminan solos por un ambiente post-apocalíptico en el que un virus ha matado a todas las mujeres del planeta. Los dos deberán sobrevivir sin que nadie descubra que ella es una chica. Seguro que ya vais adivinando algunas de las escenas que aparecerán en el film: el duelo con alguien que descubre su secreto, malas acciones contra un bonachón que solo quería ayudarles, los abrazos entre padre e hija a susurro limpio…
Los diálogos funcionan estupendamente bien. De hecho, los primeros cinco minutos son absolutamente apasionantes desde el nivel de la puesta en escena (muy intimista y delicada) hasta los diálogos, donde se define bien el papel de los dos personajes principales sin que nadie lo diga abiertamente, tan solo con sus acciones. A partir de aquí, empieza la bajada: situaciones inverosímiles, tópicos robados de aquí y allí, torpeza en las acciones y personajes que solo rara vez vuelven a tener algún momento de brillantez. Luz de mi vida triunfa solo de vez en cuando, pero tiene el potencial para hacerlo siempre, si tan solo no quisiera reflejarse de manera continua en otras películas del género. Es una pena que no consiga ser una película de derecho propio.
PERLAS: Amazing Grace (Sidney Pollack) ***** / ***
Salí de Amazing Grace queriendo cantar, bailar, encomendarme al Todopoderoso (el personaje de Marvel no, el otro) y hacerle un altar a la Reina del Soul por excelencia, Aretha Franklin. Su energía y su maravillosa e irrepetible voz durante los 90 minutos de duración del documental hará que cualquiera se emocione al mostrar la grabación de su disco de góspel Amazing Grace. Entonces, ¿por qué hay dos puntuaciones al lado de la película en lugar de tan solo una?
Porque, a nivel fílmico, y por mucho Sydney Pollack que estuviera tras el rodaje a inicios de los 70, la película es un concierto de Aretha Franklin en el que no hay una labor de dirección prominente ni nada que lo haga destacar con respecto a otros conciertos grabados de la época, más allá del trabajo técnico que hubo detrás (y que es el motivo por el que la película, acabada por Alan Elliott, se pueda ver casi 50 años después de su grabación). A nivel fílmico es una decepción (apenas muestra un par de momentos en el backstage o tomas repetidas, además de la aparición de Mick Jagger dándolo todo en primera fila), pero a nivel artístico… Es otro mundo.
Es innegable que escuchar a Aretha Franklin es una experiencia religiosa, que diría Enrique Iglesias en sus inicios. Su tono de voz único, su capacidad para sostener notas, su energía, su ritmo, su cara, su manera de entregarse a la música… Poco se recuerda a Aretha Franklin para lo grande que fue, pero esta película, un año después de su fallecimiento, sirve como perfecto epitafio a una carrera encantadora a ritmo de soul y góspel. No os la perdáis.
PERLAS: Waiting for the barbarians (Ciro Guerra) ** 1/2
Ignoro cuál es el pensamiento tras una película como esta, más similar en su esqueleto al episodio de Rasca y Pica en el que van a la fábrica de fuegos artificiales pero no pueden porque se encuentran con Poochie. Solo que todos aquí son Poochie. Johnny Depp es un Poochie arbitrario. Robert Pattinson es un Poochie sádico. Mark Rylance es un Poochie bonachón. Lo que no está ni se le espera es un Poochie con talento para unir todas las partes de esta película.
Y es que Waiting for the barbarians está dividida en cinco partes, cada una en una estación (con otoño repetida), algo que se ha repetido más de lo que queremos reconocer desde la estupenda Primavera, verano, otoño, invierno… y primavera. La tensión va en aumento con cada estación -o eso se pretende- y los personajes van y vienen, sin cambiar en ningún momento la imagen inicial que tenemos de ellos.
El film desaprovecha estéticamente los planos del desierto (una vez más, no intenta ser Lawrence de Arabia) y hace todo lo posible por pasar desapercibida visualmente, como si tomar un riesgo fuera motivo de deshonra. Tampoco quiero llamar a engaño: se deja ver, pero no destaca en ningún ámbito por su calidad, quedando una cosa inane y en la que tan solo el look de Johnny Depp puede quedar -no lo hará- en el imaginario colectivo. Para olvidar, dicho más como definición que como expresión despectiva.
NUEVOS DIRECTORES: Nematoma (Ignas Jonynas) ***
De las tres secciones principales en el Zinemaldi, es en Nuevos Directores donde se puede ver menos encasillamiento, quizá por la fuerza y la energía de rodar tu primera película. Es por eso que cosas como la ucrano-lituana Nematoma pueden verse en el festival, y es toda una alegría por fallida que resulte. Para los que hemos visto toda la sección oficial ha sido un pequeño soplo de aire fresco de tanta familia rota y drama imposible.
En este caso, el drama viene por un hombre que decide hacerse pasar por bailarín ciego para participar en un talent show de baile. Durante el tiempo que esta trama está en pantalla, lo vale todo, porque es capaz de crear la tensión tácita con el espectador: sabes que le van a pillar, pero, ¿cuándo será? ¿Y qué medidas tomarán? Si la película hubiera seguido por aquí (por ejemplo, con los productores descubriendo el engaño y forzándole a abandonar, o contarlo en directo por televisión) hubiera sido mejor de lo que es.
El problema es que en su recta final toma una trama B y la convierte en la principal, sacándose un par de vueltas de campana de la manga que le sientan francamente mal, convirtiendo Nematoma en un giro de guión continuo sin sentido ni motivo. Básicamente, rompe el acuerdo de suspensión de incredulidad con el público y lo hace sin pararse a mirar si está haciendo algo mal. ¿Queremos sorprender? Pues acelera y sin frenos. Una pena: ¿Cuándo podremos disfrutar de más cine ucrano-lituano tan bien resuelto?