Un asunto de familia

Festival de San Sebastián 2018 (Perlas/Zabaltegui): UN ASUNTO DE FAMILIA, UN DÍA MÁS CON VIDA, MIRAI MI HERMANA PEQUEÑA, MANTA RAY

PERLAS: Un asunto de familia (Shoplifters) (****)

Kore-Eda llevaba unos años estancado en lo que mejor sabe hacer: narrar historias de cariño familiar manchadas por una pérdida o un encuentro inesperado, en las que expandir su ternura y plantear preguntas sobre lo que significa ser una familia. Y no significa que eso esté mal, en absoluto, pero sí que se echaba en falta una gran obra a la altura de Still walking. Y, finalmente, el director ha decidido contarla en Un asunto de familia.

Un asunto de familia

Un asunto de familia repasa todas las obsesiones de Kore-Eda una a una: la anciana repleta de bondad que sabe mucho sobre la vida, la inocencia de la juventud, el despertar a la edad adulta, las tradiciones contra la modernidad… Y, además, añade nuevos toques gracias a una trama que se plantea si la familia son solo los lazos sanguíneos o hay algo más, y que nos obligará a plantearnos si robar es lícito en ciertas ocasiones o no.

Cabe destacar la enorme actuación de Kirin Kiki, que falleció hace apenas una semana y que deja este film como (inmejorable) epitafio. Una familia de verdad es bella, pero también dura; entrañable, pero no sensiblona; sentimental, pero no ñoña. Tiene un equilibrio casi perfecto, y eso es lo que la convierte en la maravilla que realmente es. ¡Por muchos años, Kore-Eda!


PERLAS: Un día más con vida (*** y ½)

Un día más con vida mezcla animación con imagen real, cometiendo un fallo por el camino: las partes documentales, aquellas en las que uno de los personajes aclara lo que acabamos de ver en la animación, e incluso pisa esas tierras de verdad, como diciendo «Eh, esto pasó de verdad, no nos lo estamos inventando». Si estas partes no rompieran el ritmo por completo, Un día más con vida sería una estupenda película de animación «de festival», repleta de giros experimentales y narrando una historia real.

Un día más con vida

Concretamente, la del mismísimo Ryszard Kapuscinski y su papel en el despertar de Angola y, por tanto, de África. Si bien lo que cuenta no sorprende (a pesar de ser una historia real muy cercana de la que rara vez se habla), sí lo hacen sus personajes repletos de matices y que hacen comprensible una historia repleta de «confuçao». Merece la pena ser vista, aunque ojalá una versión con menos minutos y sin rupturas fortuitas de tono y ritmo.


PERLAS: Mirai, mi hermana pequeña (***)

Esperaba quizá demasiado de Mamoru Hosoda después de El niño y la bestia o Wolf children. Por eso, este slice of life con viajes en el tiempo protagonizado por un niño egoísta y gritón ha conseguido crisparme más que enamorarme. Ojo: puede que, vista por los ojos de un padre o una madre, la película gane enteros. Las partes sentimentales funcionan (aunque intenten provocar a la desesperada la lágrima fácil) y son las del día a día las que fallan, provocando la crispación entre (al menos parte de) el respetable.

Mirai, mi hermana pequeña

La animación sigue siendo portentosa (marca de la casa), pero la trama da la impresión de no avanzar nunca. Si me dijeran que son cinco episodios cortados y pegados para hacer una película, me lo creería: cada uno de los actos, siempre con el esquema «Normalidad-Pasa algo que enfada a Kun-Se encuentra con una visión del futuro o el pasado-Aprende una lección» termina con un fundido a negro y, de nuevo, el esquema se vuelve a repetir.

¿Hay una evolución en Kun? ¿Importan en algo los viajes temporales? ¿Se vende Hosoda al furry durante un buen rato de la película? Probablemente no importe la respuesta a ninguna de estas preguntas: lo que pretende es mostrar un día a día feliz con viajes en el tiempo y niño coñón de fondo. Y vive dios que lo consigue. Incluso, en ocasiones, llega a emocionar. ¡Quién fuera padre para poder ver la perspectiva completa!


ZABALTEGI-TABAKALERA: Manta ray (***)

Manta Ray

Interesante película filipina dirigida por (ojo) Phuttiphong Aroonpheng, que emociona y sorprende a partes iguales. Sin pretenderlo, Manta ray consigue mostrar algunas de las imágenes más bellas del festival hasta ahora, repletas de color, con una composición de plano exquisita. Lástima que algunas escenas no tengan justificación y acabe alargándose más de la cuenta.

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