EL AUTOR (Sección Oficial) ***
Tras la sorprendente Caníbal había ganas de ver qué nos traía Manuel Martín Cuenca con su nueva película. La espera, traducida en El autor, ha valido la pena con creces. Cuenca nos presenta un juego de metalenguaje entre ficción y realidad aderezado con mucha comedia y bastante amargura, que desemboca en un par de giros de guión realmente potentes. El autor es una película sobre obsesiones, convicciones, decepciones y engaños que somos capaces de hacer cuando queremos que algo llegue a buen puerto.
Álvaro, el personaje que interpreta (muy bien) Javier Gutiérrez, solo quiere escribir literatura “de verdad” a toda costa, alejándose de la literatura “comercial” que ha hecho que su exmujer fuera catapultada al éxito. Para ello, monta una especie de La colmena (o de 13 Rue del Percebe) en la vida real, de tal forma que esta va alimentando a los personajes de su libro: la pareja de inmigrantes que ven un futuro incierto, el exsoldado franquista aficionado al ajedrez, el ama de casa aburrida con su vida… Cada personaje de la película tiene alma, y este es, sin duda, el mayor acierto del filme: conseguir que nos creamos que todos esos personajes son algo más que simples manipulaciones de Álvaro para conseguir lo que quiere. Tristemente, ‘El autor’ se pierde demasiado en el terreno de la verosimilitud en el que se quiere mover y el tono se diluye en su tercer acto en favor de una historia mucho más cinematográfica.
En este remedo a la española de En la casa, de Ozon, destaca Antonio de la Torre (qué raro, ¿eh? Una película española con Antonio de la Torre), que borda su papel de profesor literario con ganas de machacar a sus alumnos. Al final, incluso en su último plano, El autor se revela como una estupenda obra sobre las pasiones y cómo estas dirigen nuestra vida. Y, mientras tanto, consigue que nos riamos a carcajada limpia con un estilo propio muy digno de aplauso (las conversaciones silueteadas en la ventana, las escenas de desnudos naturales…). No es poca cosa.
ALANIS (Sección oficial) ** ½
Alanis es una prostituta argentina y, como todas las prostitutas que nos presenta el cine social, tiene un hijo de padre desconocido, lo pasa mal para pagar el alquiler, su familia la repudia y, en general, se aburre mucho salvo cuando habla con sus compañeras o ejerce su oficio. Alanis no aporta nada nuevo al universo de las prostitutas en el cine, en el que parece que todo está dicho, pero sí mantiene una solidez en la dirección, que hace que cada plano tenga un sentido y un motivo. La pena es que el notable trabajo tras las cámaras de Anahí Berneri no se acompaña de un guión que dé un paso más allá.
Alanis tiene una sola escena magnífica (¡y qué escena!), en la que consigue que el público apueste por la película, pero es un islote en mitad de un mar de tópicos, lugares comunes y tramas que empiezan para no terminar. Cierto es que se trata de un cine de denuncia social y tampoco pretende nada más, pero se hubiera agradecido algún riesgo, algo que se saliera de lo esperable tanto en el plano estético como en el narrativo. Calles grises, faldas cortas, sociedad mala, prostituta incomprendida, niño coñón. Podría haber sido peor.
THE CHARMER (Nuev@s Director@s) **
Y aquí estamos ante el caso contrario de Alanis: la segunda película de Milad Alami quiere redescubrir la rueda pero, por el camino, cae en tramas sin sentido, en personajes que salen de ninguna parte (¡literalmente!) y en un final que, tras el esperable giro, solo deja caras de incredulidad entre el público. Ojo: La cosa no empieza mal. Su primera escena es, en sí, un cortometraje estupendo, que logra enganchar al espectador… Hasta que se da cuenta de que ha sido una simple ilusión. La magia de esos primeros minutos nunca vuelve a llegar.
En The Charmer conocemos a Esmail, un iraní que vive en Dinamarca y que necesita casarse con una mujer de allí para mantener su permiso de residencia. Para ello, cada día va a un bar de vinos a intentar engañar a alguna chica y lograr su estratagema. El problema es que este argumento, que en sí es interesante y trata problemáticas no demasiado manidas en el cine, se convierte en un desatino en cuanto aparecen en escena maridos de exes con deseos de venganza, cantantes persas y reacciones inesperadas. Con un guión mejor narrado, menos personajes y más ganas de centrarse en una trama en lugar de en veintitrés, The charmer podría haber sido una película más que notable. Al menos se nota que Alami apunta maneras…
INMERSIÓN (Inauguración Sección oficial) *
El que dejó de apuntar maneras hace ya tiempo es Wim Wenders, que de vez en cuando sorprende con documentales como La sal de la tierra, pero que en ficción hace tiempo que está más que descentrado. En Inmersión nos propone el desatino de una pareja que tiene un rollo de una semana en un hotel de Francia y, gracias a ese rollete, descubre que vale la pena morir por amor, se obsesionan el uno por el otro y todo se vuelve tóxico de más. Ni los personajes tienen química, ni los actores (que hacen lo que pueden) saben dársela, ni sus historias por separado tienen el más mínimo interés. Al final, uno se queda con la sensación de que Wenders no sabía qué contar.
Por un lado, James es un soldado que se va a Somalia a luchar contra Al Qaeda él solito, y, claro, cae en manos de un comando (no sé qué esperaba con ese plan maestro, por otro lado). Sin embargo, la fuerza del amor (ese amor formado por una pasión chusca de un par de semanitas) hace que sobreviva y se las ingenie para seguir dando matraca contra los terroristas malvados, entre tópico inculto y tópico inculto del estilo “La Yihad es la alegría de la vida después de la muerte”. Pero, por si la película asquerosamente propagandística no nos revuelve el estómago lo suficiente, llega la chica, Danielle, que quiere descubrir el origen de la vida en un lugar del océano donde nadie ha ido antes. Y, mientras está a punto de descubrir el acontecimiento que cambiará su vida por completo, se pasa el día preguntándose dónde hay cobertura y a ver por qué no le llama su noviete desde Somalia, que qué se habrá creído este, vive experiencias cercanas a la muerte y un amigo gordito (y, por tanto, malo) le tira los tejos. Entre medias de estas historias, Wenders nos cuenta su vergonzante pasado en Francia.
Rodada con la pasión con la que rodaría una ameba, James McAvoy y Alicia Vikander, especialistas aquí en poner morritos y mirar al infinito, son los elegidos para interpretar a una pareja sin ningún tipo de química. Al final, Wenders consigue una inmersión tal que hunde la película del todo. Decir que es para olvidar sería hacerle un favor. ¡Ah! ¿Hemos mencionado ya que es la película inaugural del Zinemaldi? Vivir para ver.
Mañana volvemos con historias vascas, amor, documentales y muchas sorpresas más. ¡La fiesta del cine solo acaba de comenzar!
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