Dicen que en el cine, como en la vida misma, está todo inventado. Que esta o tal película es muy parecida a aquella otra de los años catapún y que nos recuerda a que sé yo. Es por eso que viendo Días de Vinilo, una y otra vez se le vendrá a la cabeza Alta Fidelidad, pero es inevitable, ya que ambas dos hablan de música y del amor, a partes iguales.
Bueno, de acuerdo, también ambas dos tienen el cameo de un personaje famoso, en el caso de la película que nos compete un Leonardo Sbaraglia con acento argentino que se ríe de si mismo (y hago hincapié en lo de acento argentino porque ya se me había olvidado que Sbaraglia era de allá y no de acá). Pero no se deje engañar, Días de vinilo de Gabriel Nesci no sólo trata de la música, es por eso que tal vez estemos frente a una película capaz de contentar a todos en sus diferentes facetas.
El que busque la comedia argentina, la tendrá. Así también como aquel que se deje embelesar por su nombre tan mitómano, verá satisfecho su deseo con multitud de chascarillos y anécdotas musicales (especial atención en Ignacio Toselli que se empeña en ser lo que todo fan confundido de Los Beatles siempre ha querido ser, John Lennon), así como también una banda sonora compuesta por grandes canciones que a todos nos son familiares, pero que sólo somos capaces de tararear en épocas de “exaltación de la amistad”.
Aunque, como todo en esta vida, se pierda hacia el final con tanto melodrama y lágrima fácil en pos de recordar a esas viejas pandillas de amigos que todos siempre hemos podido tener. Pero claro, no nos olvidemos de lo que es, cine 100% argentino. Para lo bueno y para lo malo.