Desde hace ya más de una década, el Festival de Málaga acoge con agrado producciones procedentes del seno de escuelas de cine (con la ESCAC y la ECAM al frente) que no dejan de ser eso, producciones escolares, con todo lo bueno y lo malo que esto conlleva. En el aspecto positivo, encontramos frescura y juventud; en el negativo, falta de rigor y un empeño por colar temas. Jone, a veces (Jone, batzuetan) encaja perfectamente en estas categorías.

La debutante en solitario Sara Fantanova (alumni de la Escuela de Cine y Audiovisuales de Cataluña) presenta en Jone, batzuetan (Jone, a veces) el verano bilbaíno de la joven Jone entre momentos familiares con su padre viudo enfermo de Parkinson e instantes con sus amigas en las fiestas locales. De este modo, se suceden los episodios dramáticos y los desahogos festivos en una película más preocupada en captar estos segundos fugaces que en crear una dramaturgia o establecer un retrato generacional. La intención de Fantanova es clara e incluso nos la aclaran en la sinopsis oficial de la película: “Durante este verano, Jone vivirá entre la sensación de inmortalidad que transita con Olga, la chica de la que se enamora, y el miedo a quedarse sola debido a la enfermedad de su padre”.
Con estos mimbres narrativos se suceden las secuencias rodadas cámara en mano, más pendiente del correcto trabajo interpretativo que de crear alguna imagen significativa. Este desamparo visual se ve interrumpido en ocasiones por narraciones textuales en forma de diario que solo hacen redundar en lo que ya apuntaba la sinopsis antes expuesta, con la idea de que nos quede claro cuál es el tema de la película: el paso de la juventud a la madurez de su protagonista entre risas y llantos que ya nos habían anticipado en la sinopsis. Jone, batzuetan (Jone, a veces) no deja de ser un ejercicio de escaso vuelo, de raigambre autobiográfica, tan correcto como chato. Necesita mejorar.
Jone, a veces (Sara Fantova, 2025) ⭐️⭐️
