El cine social fue el protagonista de la segunda jornada del Festival de Málaga dentro de la Sección Oficial de Largometrajes Documentales. La Mami y Dile que me vio llorar nos permitieron adentrarnos en el mundo de los bares de alterne de México y de los adictos al crack en Brasil, respectivamente.
La Mami (Laura Herrero Garvin, 2019)
La española Laura Herrero Garvín, autora de la premiada El remolino, nos muestra en La Mami la cotidianidad de un cabaret azteca a través de la vida de una señora que se encarga de tener limpios los baños y guardar las pertenencias de las chicas que trabajan allí. La documentalista española plasma con respeto la existencia de estas mujeres cuyo trabajo es hacer compañía a los clientes, bailar con ellos y forzarles a que consuman lo más posible.
La Mami resulta una figura entrañable con la que hablar de sus problemas y consolarse. La cámara de Herrero Garvín logra que las protagonistas del documental se muestren con naturalidad ante una cámara que pretende ser invisible y consiguen que el espectador entienda las razones económicas que han llevado a las particulares acompañantes y a la anciana, una antigua cabaretera, a dedicarse a una profesión que muchas veces se confunde con la prostitución. El ambiente de intimidad logrado en ese pequeño espacio donde las particulares trabajadoras se preparan quizás es el gran mérito de una obra que logra conmover.
Dile que me vió llorar (Diz a ela que me viu chorar, Maíra Bühler, 2019)
Dile que me vio llorar, el segundo largometraje documental de la Sección Oficial, capta la existencia de un grupo de adictos al crack que vivieron en un edificio de apartamentos que formaba parte de un plan de medidas sociales del ayuntamiento de São Paulo. Maíra Bühler, su directora, opta por un retrato colectivo impresionista que nos muestra la vida de sus inquilinos a través de unas pocas escenas de cada uno de ellos.
La violencia, las relaciones amorosas toxicas y la adicciones a las drogas quedan patentes en esta claustrofóbica obra que, sin embargo, encuentra algún momento de alivio en las particulares interpretaciones musicales de sus protagonistas. No obstante, a pesar de su evidente valor como documento para denunciar una terrible realidad , Dile que me vio llorar resulta algo dispersa y monótona, y puede provocar la desesperación del espectador que no sea adicto al género.
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