Un tono íntimo inundó la Sección Oficial de Largometrajes Documentales del Festival de Málaga con la proyección de A media voz y Mirador. Ambos títulos utilizan diversas técnicas para indagar en lo más profundo de sus protagonistas y abordar las relaciones de amistad.
A media voz (Heidi Hassan, Patricia Pérez Fernández, 2019 )
Ganadora del prestigioso Premio al Mejor Largometraje en el prestigioso certamen IDFA, A media voz es la particular correspondencia visual entre Heidi Hassan y Patricia Pérez, dos cineastas cubanas, amigas de la infancia y separadas por los diferentes caminos que tomaron después de salir de la isla. Utilizando imágenes registradas con todo tipo de cámaras durante sus años de separación, la película se convierte en un particular diario de las dos, narrado entre susurros, en el que el espectador acaba convirtiéndose en cómplice.
Hay sinceridad en las palabras de las directoras y muy poca impostura. A pesar de tomar decisiones distintas, ambas comparten una cierta nostalgia por su patria, la confusión que produce entrar en contacto con otro país, los deseos de maternidad y la necesidad de seguir grabando imágenes que han acabado dando forma a este perfecto filme. Todo fluye de manera natural gracias a un buen guion y un montaje espléndido. No hace falta ser un fan del documental para deleitarse de esta preciosa historia de amistad y exilio que se postula como uno de los mejores títulos del género que se han visto en este accidentado 2020.
Mirador (Antón Terni, 2019)
Igualmente interesante resulta Mirador, una cinta que pretende el más difícil todavía: hacernos participes de las sensaciones de un grupo de invidentes sin acudir a diálogos explícitos. Antón Terni, director de Ánima, nos traslada a un mundo necesariamente sensorial a través de un uso envolvente del sonido y unas imágenes atentas a las manos o los gestos de estas personas que han perdido la oportunidad de captar el mundo a través de sus ojos.
Por otra parte, el realizador prefiere obviar cualquier atisbo de narración y crea un extraño clima visual que transmite también la complicidad entre un grupo de amigos ciegos que charlan sobre asuntos banales, se marchan de acampada o van a conciertos juntos.
Sin ninguna duda, tanto A media voz como Mirador ponen de manifiesto los amplias posibilidades creativas de una no ficción que va mucho más allá del mero reportaje.
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