Al igual que Samsa despertaba una mañana convertido en insecto en la novela de Kafka, Ana ve trastocada su vida a partir de un suceso siniestro: una copia de ella misma la sustituye en sus quehaceres cotidianos, suplantando su persona. Como si de un sueño se tratase, Ana de día se apoya en una respuesta pulsional, la de la protagonista, que decide aprovechar la oportunidad para huir de sí misma y explorar los oscuros rincones de sí misma. Andrea Jaurrieta demuestra un incipiente interés por la filmografía de Buñuel y otros relacionados con el inconsciente, con la sensaciones oníricas, y a pesar del estudio de los mismos, no consigue acercarse a sus referentes.
En su tratado sobre lo siniestro, Freud aborda el tema del doppelgänger, muy recurrente en la ficción. Ana de día se imbuye de motivos como este para acercar al público a un submundo entre lo familiar y lo ajeno sin llegar a nada. En el fondo, se observa miedo y pretensión, ganas de ofrecer una experiencia sugestiva, pero acogiendose a convenciones. Las imágenes que nos ofrece Andrea Jaurrieta no se aprovechan de recursos como el gran angular de Kubrick, la cámara no asfixia al espectador, y salvo los planos frente al espejo, que nos devuelve una imagen escindida de la protagonista, rara vez se nos revela una sensación siniestra. Los curiosos personajes que acompañan a Ana tienen reminiscencias que van desde Almodóvar hasta Lynch, pero sin el potencial que tienen para cautivar y alienar al espectador. Por otro, la estética de Winding Refn, el otro gran pilar de Jaurrieta, se tambalea por no echar toda la carne en el asador, lo cual deja un poso de pretenciosidad, de querer y no poder por la incapacidad para trascender las normas. La cinta se apoya en la música atonal en un intento desesperado por perturbar la mente del respetable, sin ni siquiera intentar valerse de recursos propiamente cinematográficos como son el encuadre o el montaje. Así pues, las escenas más disrruptoras caen en vacío, pues los modales no se pierden en ningún momento.
Ana de día aspira a oscilar en los límites de la ilógica, como denota su comienzo, en una búsqueda de conceptualizar a través del viaje interior de Ana, pero son conceptos que quedan en la introducción, generando disonancias. El resto de la cinta, en su cargante densidad, se desarrolla sin un avance claro en el personaje de Ana por la carencia de contrastes. No poseemos información alguna que sitúe a la protagonista en un aquí y un ahora, así que el avance de la misma es confuso. En The neon demon, Jesse pasa de ser un cordero inocente a ser devorada por ese mundo de oscuridad y el espectador sigue ese avance de manera que, cuando culmina su transformación, el público acaba con dos imágenes de un mismo personaje. Ana de día, sin embargo, carece de un arco claro que nos permita ver una evolución y una reflexión más allá de señalar que hay un lado más tenebroso del que conocemos.
Si en esta crítica menciono «pretenciosidad» en más de una ocasión, no lo digo con rabia sino con pena. Entiendo este término como querer aspirar a algo y fallar en el intento. Ana Jaurrieta ha puesto mucho empeño e ilusión, financiando su película como ha podido hasta sacarla adelante, lo cual tiene muchísimo mérito, pero esto no es suficiente. Aún hace falta una mayor experimentación, práctica más allá del estudio, reflexión. Es un buen comienzo, desde luego, siempre alegra ver a alguien buscando vías alternativas de expresión, mas la experiencia y el tropiezo son metas que la joven directora debe alcanzar antes del éxito.
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