Galardonada como mejor ópera prima en la pasada edición del festival de Berlín, 600 millas es la primera película de Gabriel Ripstein, hijo del veterano director Arturo Ripstein, donde se adentra en la exploración del problema fronterizo entre Méjico y los Estados Unidos. Arnolfo Rubio (Kristyan Ferrer), es un joven Mejicano que comienza a dar sus primeros pasos en el terreno del tráfico de armas. Cruza periódicamente la frontera accediendo a los Estados Unidos donde consigue que un joven se asocie con él para que le compre la mercancía. Arnolfo consigue cruzar la frontera con las armas sin excesivos problemas hasta que un agente de la ATF, Hank Harris (Tim Roth), se cruza en su camino. Invadido por el pánico Arnolfo secuestrará a Hank y lo llevará a Méjico donde su jefe y tío y decidirá que hacer con él. Pero el joven mejicano consigue simpatizar con Hank y teme que por su culpa acabe muerto. La película aborda la relación que ambos, secuestrador y secuestrado, establecen bajo unas fuertes condiciones de presión. La moral de Arnolfo le lleva a traicionar a su familia y a sus superiores a favor de Hank, que intenta controlar la situación con templanza e inteligencia.
El problema fronterizo entre Estados Unidos y Méjico es evidente desde hace años pero ha vuelto a ponerse de moda “gracias” a personajes como Donald Trump o a series como The Bridge que han intentado abordar el conflicto desde los dos puntos de vista implicados. 600 millas juega un papel inteligente al dar un mayor peso al papel de Méjico en la narración. El espectador consigue empatizar rápidamente con Arnolfo, con los problemas que comete a causa de su juventud y con el enorme problema que tiene entre manos. Desde su modesto dispositivo formal, en el que la mayor parte de la narración ocurre en el interior del todoterreno de Arnolfo y en los tiempos muertos que se suceden, 600 millas consigue alzarse como una opera prima interesante. Ripstein, al igual que Arnolfo, comete algún problema debido a su inexperiencia detrás de las cámaras. Pese a trabajar muy bien la contención, 600 millas sufre alguna que otra fuga cuyo objetivo es sorprender al espectador. Fugas que podrían haberse controlado de una forma más precisa, así como su final, que pese a ser fulminador se centra más en impactar al espectador que en encontrar un sentido coherente dentro de la obra.