El mismo año que se estrenó West Side Story en Estados Unidos, tras una larga tradición de musicales, en España lo hizo Rocío Dúrcal con Canción de juventud. En este país nunca hemos tenido un cine musical per se, más centrado en las folclóricas (que aún en 1990 tuvo estrenos como Yo soy esa), la zarzuela y el flamenco. Sí, es cierto que a inicios del siglo XXI tuvimos El otro lado de la cama y su secuela, y hace unos años fue un éxito de nicho La llamada, pero los musicales, fuera de los teatros, nunca han sido un llenasalas. Y, mal que nos pese, se nota en Explota explota, una película que, como el típico estudiante que se pasa toda la noche estudiando y se esfuerza para sacar un suficiente justo, tiene tantas ganas de agradar como imposibilidad de dar un producto destacable.
Explota explota es, en parte, hija del éxito de Hoy no me puedo levantar (el musical de Mecano incomprensiblemente no llevado a cines) y de Mamma Mia: musicales sin canciones originales basadas en la obra de un artista o grupo. En este caso, la inimitable Raffaella Carrá. No esperéis en esta crítica un atisbo de crítica a Raffaella, que a sus 77 años está como muchos firmaríamos estar a los 40 y que cuenta sus canciones por temazos. Pero es precisamente esta condición de heredera la que le impide ir más allá y soltarse el pelo del todo. Y es una pena, porque tiene potencial.
En la historia de Explota explota recorremos la TVE del tardofranquismo, cuando la censura empezaba a permitir que las piernas de las muchachas se vieran, y seguimos la historia de amor de María con Pablo, un guaperas que además es hijo del censor de la cadena. Todo se complica cuando ella entra a bailar en el programa de mayor audiencia de la televisión y Pablo decide cortar sus escenas para agradar a su padre (y con bastantes celos). Y entre medias cantan canciones de Rafaella Carrá un poco al tuntún.
La historia es correcta, los gags están bien llevados, los personajes tienen cierto carisma y la música te hará ensayar bailes en la butaca. Entonces, ¿cuál es el problema? ¿Por qué Explota explota no parece, a priori, ser la película que de inicio a una nueva ola de musicales españoles? En primer lugar, su excesiva dulcificación: en España no sabemos hacer este tipo de cine, por más que lo hayamos visto en otros países. Las coreografías no son espectaculares, las voces no te dejan clavado en la butaca y las transiciones entre diálogo y canción son menos naturales que una planta de plástico.
A esta poca naturalidad, en las que las canciones de Raffaella son un simple añadido a una historia que podría funcionar por sí sola, se une la intentona como mocatriz de una persona que vale más que eso: Ingrid García Jonsson, que ha visto su carrera relanzada desde sus apariciones en La resistencia y a muchos nos ha servido para descubrir a una actriz tremenda en, por ejemplo, Ana de día. En Explota explota nos venden a Ingrid como una increíble bailarina y la suspensión de incredulidad se rompe ya en el primer número, cuando todo el mundo a su lado se mueve con más fluidez y mejor. Le pone ganas y, desde luego, no es su culpa, pero resulta grotesco que todo el mundo alucine tanto con su manera de bailar cuando parecen movimientos infraensayados.
Lo blandito y la elección de casting regular no empaña los triunfos de la película, que los tiene, y no solo en el plano musical: Verónica Echegui confirma su buen estado de forma con el papel más redondo de la película, en el que canta, baila, se divierte y lo hace totalmente suyo. No se me ocurre nadie que pudiera ponerse mejor en los zapatos de Amparo, un personaje tragicómico en el que uno lamenta que no se centren más. Junto a ella también destaca Fernando Tejero como productor acosador, Carlos Hipólito como censor franquista y una gloriosa Natalia Millán, que llevaba 12 años apartada del cine y a la que siempre da gusto ver y escuchar.
Explota explota parece una película de los años 90 en prácticamente todo: factura, guión, estilo videoclipero (ojo al primer número en el avión) e incluso tópicos que ahora hacen torcer el morro de cualquiera (esa luz de gas, amigo). Pero es más que funcional si lo único que quieres es olvidarte de que hay una horrible pandemia y salir cantando “Para hacer bien el amor hay que venir al sur” o “Fiesta” sin mucha justificación. Y qué queréis que os diga: Mamma mia es más espectacular y mejor musical, pero Explota explota es mejor película, más coherente, más carismática y agradable.
Y toda excusa es poca para cantarle a Raffaella.
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