Play it again, Sam había sido todo un éxito de público, cimentando del todo la fama de Woody Allen y dándole una primera pátina de prestigio que sólo sabe ofrecer el teatro neoyorquino. La obra bebía de la propia experiencia del mismo Allen cuando se divorció de su segunda esposa la actriz Louise Lasser, y sus amigos intentaron buscarle pareja para que superase el bache provocado por la ruptura. Aquí comenzaba una de las grandes constantes del cine de Woody Allen: el continuo juego de espejos entre su propia vida y la versión distorsionada de la misma que en numerosos momentos ha supuesto su cine.
A lo hora de llevar a la pantalla la obra de teatro Allen se desentendió de la dirección, dejándola en manos de Herbert Ross que venía de cosechar un gran éxito con Adiós, Mr. Chips. Lo que sí tenía claro Ross es que Allen debía adaptar su propia obra y recuperar el personaje que había encarnado en Broadway. Del mismo modo, se echó mano también de los otros dos actores de la obra: Diane Keaton y Tony Roberts, novia e íntimo amigo de Allen, respectivamente.
A pesar de no estar dirigida por Woody Allen, Sueños de un seductor supone un primer acercamiento a lo que serán todas las obsesiones posteriores del autor, con especial atención a la continua disociación entre realidad y ficción que resulta clave para entender su cine: al crítico de cine Allan Felix se le aparece el fantasma de Humphrey Bogart que le da consejo sobre como lidiar con sus problemas amorosos. Para Felix el cine es su modelo para la vida y sobre esta premisa basa sus decisiones: un torpe beso le recuerda a < em >Casablanca, una pelea con su amigo se resuelve como una comedieta italiana y así a lo largo de Sueños de un seductor vamos asistiendo a todo un catálogo de referencias cinéfilas, acabando con toda una recreación casi plano por plano de la mítica película de Michael Curtiz.
Sueños de un seductor supuso un gran éxito comercial que terminó de situar a Allen en el mapa para el gran público. Aun así, la película se resiente de la impersonal puesta en escena de Ross, un hombre que terminaría dirigiendo películas como Footlose, El secreto de mi éxito y Magnolias de acero, que es como decir que no le fue mal pero tampoco bien. Lo que sí queda es la primera película escrita por Allen que no consta solo de una sucesión de gags como ocurría con Toma el dinero y corre y Bananas, sino que supone un primer compendio de personajes y tropos que cinco años más tarde eclosionarían en su primera Obra Maestra.
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