Entre 1969 y 1971 Woody Allen enfocó sus esfuerzos en dos obras de teatro que le traerían desigual fortuna: primero se vio forzado a intervenir, de mala gana, en la adaptación de su obra Don’t drink the water (estrenada en España como Los USA en zona rusa y que posteriormente tendría otra versión en la que Allen trabajaría más a gusto); sin embargo su otra obra de teatro, Play it again, Sam, era todo un éxito, manteniéndose en cartel durante más de un año, lo que mantuvo a Allen muy ocupado ya que él era el protagonista.
Una vez terminadas sus funciones teatrales, Allen volvió a escribir un guión con su amigo Mickey Rose. La temática esta vez estaba enfocada en las diferentes revoluciones que se estaban produciendo en Latinoamérica, introduciendo un elemento político que posteriormente no desarrollaría demasiado. La película seguía el recorrido de Fielding Mellish, un Don Nadie que para recuperar a su comprometida novia viaja a un ficticio país latinoamericano llamado República de San Marcos para unirse a la revolución.
Bananas recuperaba ciertos hallazgos de Toma el dinero y corre, como su técnica cercana al documental y su ordenación por gags. De todos modos, al contrario de lo que pasaba con su anterior cinta, Bananas tenía una historia algo más enfocada pero tampoco llegaba a cuajar más allá de sus divertidos sketches. Para su rodaje Allen siguió prácticamente una técnica de guerrilla donde la mayoría de las escenas eran improvisadas, lo que le permitió ceñirse al presupuesto, haciendo ver a los productores que podían confiar en él a la hora de invertir en sus películas. Esta forma de trabajar también dio a la película una frescura (y cierta falta de orden) que en el futuro sería una de las claves para sus grandes obras.
Por supuesto, Bananas dejó alguna que otra imagen para el recuerdo como ese Allen bajando de un avión con barba a lo Fidel Castro y comenzaba a vislumbrar cierta visión absurda del ser humano: ese pequeño hombre haciendo lo imposible por amor sin entender del todo lo que pasa a su alrededor. Pero aun estaba lejos Allen de la excelencia y Bananas solo suponía un pequeño paso adelante de los muchos que habría que dar.
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Bananas merece ser vista ya sólo por la frase, en el diván del psiquiatra, «cuando era adolescente me compré una revista porno para ciegos y le borré las páginas de tanto pasarle los dedos por encima»
Incluso las películas más flojas de Woody Allen tienen siempre dos o tres sentencias que recordar. Pero claro, eso no justifica la película entera 😉