Para debutar en el terreno del largometraje, tras la participación en diversos cortometrajes como actor, escritor y director, Jacques Tati eligió la figura de un cartero y su deambular por un pequeño pueblo francés al que llegan unos feriantes. La colisión entre el mundo avanzado que suponen los visitantes y la apacible vida de la villa supondrá uno de los escollos con los que lidiar y de los que el cartero François será testigo en Día de fiesta.
Tati acude a los grandes pioneros del cine cómico mudo estadounidense (Keaton, Chaplin, Lloyd, Sennet) para incorporar su experiencia personal como mimo y, sobre todo, una aguda visión sobre los comportamientos humanos. Ya en Día de fiesta son visibles dos de los temas que cruzarán toda la filmografía del cineasta francés: el choque entre la tradición y la modernidad sobre todo desde el punto de vista tecnológico, aquí representada por la preocupación de François por la evolución de los carteros americanos; y como este cruce de caminos provoca una creciente deshumanización en nuestras relaciones.
En Día de fiesta Jacques Tati despliega un arsenal de gags centrados en las desventuras del patoso cartero François al que lo mismo se le rebela la bicicleta (hombre vs tecnología) como se emborracha por culpa de los feriantes de la ciudad. Todo ello envuelto en un cariño hacia ese pueblo lleno de humanidad donde cada personaje tiene algo que hacer y decir. En realidad no vemos nada más allá que lo que vive François, nuestro particular guía en este Día de fiesta.
Más allá de su vertiente cómica, Tati fue un experimentador del medio cinematográfico y siempre buscó llevar el invento de los Lumiere más allá. En esta su primera obra, el cineasta se propuso experimentar para producir la primera película francesa en color (aunque hay que reconocer que esto no es del todo exacto, ya existían varias producciones pero de escaso alcance). Desafortunadamente el experimento no salió bien y fue imposible revelar correctamente la película en color. Pero Tati tuvo la idea de rodar simultáneamente con otro cámara en blanco y negro para cubrirse y esta es la versión que tenemos hoy disponible. Aun así, el director nunca daba sus obras por concluidas y en 1964 realizó una nueva versión donde incluyó algunos fotogramas pintados que ampliaban la experiencia del visionado de Día de fiesta. Finalmente en 1994 se estrenó una nueva versión completamente coloreada, tal y como Jacques Tati había imaginado su película.
Con Día de fiesta comienza una exitosa carrera tanto a nivel de público (la película se estrenó internacionalmente con gran notoriedad e hizo de Tati un personaje popular) como a nivel crítico, y no hay mayor muestra el hecho de que más de 60 años después de su estreno en la gran pantalla sigamos hablando de él.
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