Ver Es por tu bien es como entrar en una habitación que lleva mucho tiempo cerrada, que huele a añejo, a polvo y a naftalina, pero que tiene una bola de discoteca en el techo para aparentar modernidad. Es como ver a tu abuelo fascista con la gorra hacia atrás. Dicho de otra forma: Es una película que parece propia de otra época, pero a la que han añadido un final (bastante desdibujado) donde te intentan hacer ver que no, que los rancios del mundo han aprendido la lección y son modernos dentro de sus posibilidades. Todo ello contado a trompicones y con un guión que sigue tanto las normas clásicas de divisiones entre actos que puedes calcular cuándo será el punto de giro y en qué momento se culminará el Viaje del Héroe. Pero vamos por partes.
Arturo es un abogado de éxito cuya hija se escapa con Álex, un activista de izquierdas, el día de su boda. Mientras, sus cuñados descubren que sus respectivas hijas están tomando decisiones por su cuenta en el tema del amor, y claro, eso está fatal, a ver si nos hemos creído que esto es el siglo XXI o algo así. Chus descubre que su hija está saliendo con un ni-ni porrero, y Poli no acepta que la suya se vea con un fotógrafo 20 años mayor. Así que los tres, bajo el nombre de “Los Supercuñados” (que podría ser el título de una película de Pajares y Esteso), deciden hacer que sus hijas rompan con sus novios de formas más o menos agresivas en lugar de sentarse a hablar con ellas y solucionar esta pantomima en diez minutos. Al final, oh, aprenden la lección. Más o menos.
Veréis: Estoy completamente seguro de que los guionistas de Es por tu bien, Manuel Burque (famoso por su delicioso papel en Requisitos para ser una persona normal) y Josep Gatell (experto guionista de late nights) no querían que la película quedara así. Estoy convencido de que, en el fondo, tenían una buena idea entre manos y, en una de las revisiones del guión, algo se torció. El problema de Es por tu bien es que, desde el principio, intenta que nos identifiquemos con los padres protagonistas, que pasan de respetar las decisiones de sus hijas y tienen unos comportamientos repudiables, tanto ellos mismos como en relación con ellas.
Por mucho que al final todo el mundo aprenda la lección y la moralina salte de la pantalla para pegarte en un ojo, la película deja claro durante la mayor parte del metraje que para todo hay clases: Que ser abogado rico es mucho más respetable que ser un anarquista trabajando en hogares sociales. Que la diferencia de edad es muy importante. Que los chavales problemáticos no tienen redención. Esto no es lo que la película pretende contar, pero es el poso que deja. Diez minutos de final buenista no hacen olvidar hora y veinte minutos de clasismo, sexismo, racismo y otras convenciones que, en 2017, deberían estar más que superadas. Hay tres escenas en particular, cada una de uno de los “Supercuñados”, que me hicieron removerme en la butaca de pura incomodidad, y que os pueden dar una idea de lo que intenta hacer (fallidamente) Es por tu bien.
- Poli, que durante la película ha recurrido a la violencia más de una vez, se enfrenta a su mujer. Ella le dice algo similar a “No me importaron tus ataques de violencia nunca, pero accedí a ir a terapia contigo porque te quiero”. Él responde, enfadado, mirando a todas partes, buscando algo que aporrear. Ella dice “Recuerda contar hasta diez, o la que no voy a contar hasta diez soy yo. Y ninguno de los dos queremos eso, ¿verdad?”. Ignoro si, llegados a este punto, los guionistas querían hacer una secuencia de humor, un drama social o desconcertar al respetable. Personalmente, lo que consiguieron fue lo tercero: el personaje empieza la película siendo violento, y la termina de la misma forma, resolviéndolo todo por la fuerza. Delante de su mujer. En 2017. Tíos. Esto mal.
- Arturo, el abogado de derechas, va a ver al novio perroflauta de su hija al hogar social donde colabora, con la idea de emborracharle y meterle en un autobús a Rumanía la víspera de su boda (este es el nivel de la película, a mí no me miréis). Allí, en lugar de lo que esperaba, se le encuentra jugando con niños pequeños, en una escena enternecedora. La evolución lógica llevaría a que Arturo se ablandara y empezara su redención, pero claro, en su lugar terminan emborrachándole, drogándole y metiéndole en un autobús para que no pueda casarse, no volviendo a hacer ningún tipo de referencia a esa escena. ¿O es que acaso necesitaban enseñarnos que el chico de izquierdas en el fondo tiene un lado bueno, y es que es bueno con los niños? ¿Se puede ser de izquierdas, y además, bueno? ¡Menos mal que han metido esta escena para aclararlo!
- Chus, que hasta ese momento es el padre más responsable de los tres, intenta que el novio ni-ni de su hija lo deje con ella. Como pagarle mil euros disfrazado de Pocoyó no funciona (una vez más, esto pasa en la película, no me lo estoy inventando), va a ver a sus padres diciendo que ha encontrado cocaína en la mochila de su hijo, destrozándoles del todo. No sé si la idea del guión es mostrarnos que ser un psicópata peligroso es divertido, o que todo vale para obligar a alguien a hacer lo que no quiere. En todo caso, es molesto de ver, no funciona por ningún lado y solo lleva a que el único personaje de la película con cierta redención termine cayendo en el mismo pozo de estiércol que el resto.
Os podéis hacer una idea. La película trata de hacernos ver que estos personajes tienen actitudes despreciables, pero en lugar de presentarlos como antihéroes (la opción lógica), el filme prefiere hacernos creer que son héroes absolutos, dejando de lado las voces de la razón, que quedan, durante la mayor parte de la película, ahogadas tras sus alocados planes (es una forma de decirlo: No son muy alocados, se acercan más a lo criminal). Por hacer un símil con otra comedia española reciente: Mientras que Los del túnel nos presentaba como protagonista a un antihéroe de forma brillante e indudable, Es por tu bien no termina de decidirse entre justificar o no las acciones de sus protagonistas.
Y eso es peligroso. Si aún la película jugara entre lo moral o no moral del asunto, tendría algún interés, pero en su lugar se enfanga contando planes que no llevan a ningún sitio, conversaciones que acaban en nada y set pieces más dignas de Escenas de matrimonio que de una película estrenada en cines. Las posibles partes interesantes se pierden entre resaltar las personalidades tópicas de cada uno de los personajes y ahogar cualquier posible gag funcional en un océano de mediocridad.
Los actores hacen lo que pueden. Y mucho ojo: tenemos aquí a lo mejor del panorama nacional (desaprovechadísimo, claro): Javier Cámara destaca con su talento para la comedia (básicamente es Paco Gimeno, de 7 vidas, un papel que domina a la perfección), sin tener que esforzarse demasiado para ser lo mejor de la película, mientras que José Coronado repite su papel de patriarca algo oscuro, que convence en las escenas de planificación y drama, pero no en las de comedia, donde parece un pez fuera del agua. Mención aparte merece el gran Roberto Álamo, flamante ganador del Goya al mejor actor protagonista, que parece un personaje cogido directamente de otra película. Más concretamente, de Que dios nos perdone. Sí, realiza una gran actuación, pero para una película que no es esta. Resulta extraño, desconcertante y poco agradable de ver. En cuanto al resto, todo el mundo cumple, destacando especialmente a María Pujalte, el personaje más entrañable de la película y el único con la suficiente humanidad como para creérnoslo en las pocas escenas que aparece.
Carlos Therón, su director, tampoco impone una personalidad brutal tras la cámara, pero no es su culpa: Se trata de un director curtido en series que dirigió, hace algunos años, la igualmente funcional Fuga de cerebros 2. Su puesta en escena no escandaliza, pero tampoco es irreemplazable. La factura es la misma que la de cualquier serie televisiva española, pero con algo más de presupuesto. La culpa tampoco es de los guionistas, sino de esa persona que no llegó a decir “Retocad el guión: Es sexista y está repleto de tópicos infumables en pleno 2017”. ¿El resultado? Un desastre que se salva a ratos gracias a algunos one-liners simpáticos que convierten a Es por tu bien, durante unos segundos, en la película que podría haber sido.
Uno de los primeros chistes de Es por tu bien nos muestra a un negro preocupado por si la hija de Poli está saliendo con un gitano. No sé si lo pilláis: Es un negro y tiene prejuicios, pero a ver por qué los tiene, si es negro, ¿no? Si este amago de gag no os hace pensar que este guión necesitaba cuatro o cinco revisiones más, cualquier otra situación forzada de la película lo hará. Es por tu bien es una película que encantará a aquellos que disfrutaron de films como Villaviciosa de Abajo, y que horrorizará a los que prefieren algo del estilo a Los del túnel, por no salir de las comedias españolas actuales. Al final, lo que queda es una película totalmente fuera de su tiempo, que en 2017 no tiene razón de ser.
Un desastre.
3 comments
Una crítica floja. Esta película es cine de humor fácil, no nos han querido vender otra cosa ni con la portada.
Por cierto, Bucarest es la capital de Rumanía, no de Bulgaria.
Hola. El verdadero sentido de la película es hacer una comedia surrealista basada en la superproducción que todo padre desearía tener y lo delirante que sería lo que está dispuesto hacer por su bien. Y al final…simplemente nos da de frente con la realidad. Que en el fondo les amamos y aceptamos como son.
Superprotección