La coincidencia de temática a veces llega a las carteleras de nuestro país y por ello la industria cinematográfica ha decidido desde hace tiempo a apostar por cambiar las fechas de estreno de muchos films para que el gran público no se sature y crea erróneamente que está viendo algo novedoso, pero la realidad es muy diferente. En el fondo nos están presentando lo mismo pero con diferente nombre.
El Padre va a ser estrenada en nuestras salas meses después de El maestro del agua de Russell Crowe pero comparte con ella muchas de sus ideas y parte de su génesis dándole Fatih Akin su propia identidad. El actor y ahora director australiano Russell Crowe contaba las aventuras y desdichas de un padre que buscaba desesperadamente los cuerpos vivos o muertos de sus tres hijos declarados desaparecidos en guerra. Precisamente será ese mismo conflicto bélico entre ingleses y turcos, de 1915, contenido en la Primera Guerra Mundial, el que sirve como detonante de la separación de la familia protagonista. Esta vez son dos niñas gemelas las que debido a las circunstancias son arrebatadas de los brazos de su progenitor cuando este es llevado a trabajar para los turcos en un conflicto que ni le va ni le viene.
Durante dos horas y veinte minutos se nos narra el viaje de este hombre, anteriormente herrero en su pueblo que recorre medio mundo tratando de encontrar a sus hijas. Me rio yo de Marco y su madre en De los Apeninos a los Andes.
El director alemán acostumbrado a realizar dramas naturalistas abandona ese registro para plantear una historia de aventuras en donde se muestra el realismo de la guerra en todo su esplendor, sus atrocidades y el camino de cadáveres que deja a su paso. El genocidio del pueblo armenio hará que en muchas ocasiones tengamos que apartar la mirada porque hay escenas que pueden herir nuestra sensibilidad como ¡atención spoilers! la degollación de varios amigos, familiares y vecinos del protagonista llamado Nazaret , con unos primeros planos impactante, o la violación de una mujer ante los ojos de su hijo y de los prisioneros armenios.
El vestuario de esta película merece toda nuestra atención representando con todo lujo de detalles y un fiel realismo los modelos de esa época al igual que los escenarios y paisajes por donde transita la acción, obra del director de fotografía, tan variados y distintos entre sí. Encontramos unos contrastes muy claros pasando del desierto más árido del territorio otomano a los alrededores de los bosques de Minneapolis. Cabe destacar entre ellos la instantánea que se recrea ante nuestros ojos de la ciudad de La Habana en una Cuba de la segunda década del siglo XX. Se nos presenta en esos momentos una capital moderna y cosmopolita alejada de lo que en la actualidad muestra al extranjero, fruto del régimen de Fidel Castro.
Los elementos sobrenaturales aparecen salpicando todo el metraje y su presencia en forma de presagios y apariciones marianas con forma de hijas y esposa dotan a la historia una versión libre de lo que realmente podría haber ocurrido.
En El maestro del agua también tenían un peso importante en la película las creencias y supersticiones como por ejemplo la adivinación del futuro gracias a los posos del café. La religión cristiana también está presente no solo en el nombre del protagonista que nos trae a la memoria el lugar donde nació el niño Jesús sino también en la cruz que lleva pintada en su muñeca o las oraciones a Dios antes de comer y las visitas a misa en Cuba. Todo esto que antes era un orgullo para este padre coraje ahora tras ver los horrores de la guerra se ha quedado en agua de borrajas. El viaje no ha ayudado a que su fe se refuerce sino que ha tenido un efecto negativo haciendo que desaparezca. No puede existir un dios que permita esos salvajes actos incluida su pérdida de voz.
El padre muestra la cruda realidad de un conflicto que masacró a la comunidad armenia y que posibilitó un éxodo masivo de este pueblo por todo el mundo. Las familias no tuvieron más remedio que fragmentarse repartiéndose por todo el globo. Se agradece que no se edulcoren los efectos de un enfrentamiento militar ¡Hay que mirar fijamente a los ojos de la guerra para conocer su verdad y El padre lo hace!
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