Siempre es complicado cuando la nostalgia es el factor fundamental que te lleva a una sala de cine. Es difícil a la hora de apreciar la película, y aun cuesta mas no dejarse influenciar por aquello que uno añora, ya sea para bien o para mal. Supongo que algo parecido hemos vivido todos los fans de Star Wars en los últimos meses. Me senté en la sala para ver El libro de la selva, con la idea previa de que me encontraría con algo completamente diferente a lo que suponía la película de 1967. Pero nada mas lejos de la realidad. Estéticamente, la película dirigida por Jon Favreau replica, de forma casi exacta, todo el concepto visual de la cinta de animación, siendo esta la premisa fundamental de este remake; la utilización de una estética similar, llegando a colocar a su protagonista, el niño perdido en la selva tras la muerte de su padre, el mismo calzón naranja, que no pierde color durante toda la historia.
Son este tipo de detalles lo que le restan un sentido mas adulto a las imágenes que estamos presenciando, quizás con el propósito de no hacer una película adulta, con las herramientas para hacer algo diferente, solo se consigue repetir algo, que estuvo mejor contado hace 49 años.
No quiero ser mal interpretado, no es una mala película, de hecho, desde el punto de vista técnico, es una fantástica película, de primer nivel en efectos digitales, en trabajo para sincronizar los gestos del habla de los diferentes animales, las voces, tanto en su versión en inglés, como en español latino, que es la opción que elegí por mera nostalgia, para rememorar que, en un principio, yo conocí esta historia con el doblaje latino de Disney. El único punto flojo es la expresividad de Neel Sethi como Mowgli, quizás porque el desafío de interpretar una cinta completa, en una sala de paredes verdes fuese demasiado para alguien tan joven e inexperto.
El libro de la selva sigue una linea constante, que te mantiene en la historia, pero no puedes diferenciar si es por tu propia nostalgia o por la habilidad del autor. Pero cuando ves que se eliminan elementos cómicos, como lo paramilitar de los elefantes, dotándolos de una connotación grandilocuente, esperas un tono mas adulto. Este tono se ve difuminado por el inserto forzado de las canciones, una con mas acierto que otra, ambas las mas conocidas de la película original, que estimulan el recuerdo, pero no aportan nada, es más, sacan al espectador de la atmósfera creada en cada momento, tanto la cómica de Baloo como la siniestra de Rey Louie. Es un buen detalle, que se descartase la opción de dotar de movimientos antropomórficos a determinados animales, sobre todo a Baloo, lo cual le da un punto real más acentuado y desde mi punto de vista, mas acertado.
En resumen, El libro de la selva es una película que, en mi opinión, disfrutará más el que no la conozca, y que desperdicia una oportunidad maravillosa para hacer algo más con los medios de los que se disponía, y que consolida a su director Jon Favreau, como uno de los misterios de la industria de Hollywood.
Como apunte, la pude disfrutar en su versión en inglés un par de días después del primer visionado, y he de decir que el doblaje latino de la cinta es muy bueno, demasiado bueno, y destaco a Victor Trujillo, mas conocido por ser el payaso noticiero Brozo, como Shere Khan. Quisiera destacar también, la primera parte de los créditos finales, los cuales suponen un ejercicio de genialidad.