El cine es entretenimiento. No lo voy a discutir, pero también es verdad que puede ser educación, divulgación e incluso propaganda. De modo que si eres de los que sólo quiere reírse y pasar un buen rato frente a una pantalla grande, El fotógrafo de Mauthausen está en las antípodas de lo que buscas.
Ésto no significa que su visionado sea un sufrimiento, pero hablar del Holocausto genera fácilmente un nudo en el estómago. Mirando la parte positiva, si eso te sucede es síntoma de que tienes hasta sentimientos, a veces. El nuevo film de Mar Targarona no se entretiene en pormenores y va directamente al grano: los campos de concentración y el hecho que convirtió a Francesc Boix en un héroe sin capa y desnutrido, pero real.
Desde el principio se puede notar el gusto por los detalles y la sobriedad a la hora de reflejar aquella infame época, otro claro ejemplo de que la realidad tristemente puede superar a la ficción. Ya ha quedado probado que el cine español puede tener una factura técnica de calidad y a la altura de lo que el espectador espera. Atención a esos créditos finales, elegantes a la vez que desgarradores por lo que representan así como por la música que los acompaña. Lástima que el resto de la banda sonora no aporte un tono más épico al conjunto. Mario Casas nos sirve de hilo conductor para narrar lo ocurrido a un grupo de españoles en los últimos meses de la II Guerra Mundial y cómo su valentía fue crucial para rescatar unos negativos fotográficos que probaron las atrocidades cometidas por los Nazis durante dicho conflicto.
Al actor gallego se le podrá criticar por muchas cosas pero no por su solvencia ni compromiso. Él, cual Roberto Begnini en La vida es bella (referencia inevitable) tiene la misión de darle esperanza y alegría al espectador en un escenario cuanto menos adverso. El problema es que en ocasiones ese optimismo no concuerda con el tono del resto del metraje, especialmente desde que el protagonista es consciente del verdadero horror que lo rodea. Un cambio de actitud en su personaje hubiera dado más coherencia, profundidad y trascendencia al desenlace de El fotógrafo de Mauthausen. Es justo ahí cuando Mario Casas tiene algunas escenas forzadas e inverosímiles que recuerdan a sus papeles en televisión.
Aun así aprueba con nota el examen ayudado por la presencia de intérpretes alemanes que aportan verosimilitud y españoles como Alaín Hernández, Eduard Buch y Macarena Gómez, que apuntalan de manera muy positiva el relato. Incluso te quedas con ganas de que los secundarios hubieran tenido una mayor relevancia (no, no me refiero a los Nazis). Porque al final, la Historia es una recopilación de pequeñas historias anónimas que pueden parecer insignificantes pero que no lo son. Cada historia importa y merece ser contada. La de Francesc Boix es narrada de manera eficaz en El fotógrafo de Mauthausen, resultando un film de lo más recomendable que ojalá se hubiera podido catalogar como ciencia ficción.
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