Tal vez, el cine, seguido de cerca por la música, se haya convertido en una de esas expresiones artísticas más cercanas para sentirnos identificados y compararla con nuestra vida, al menos en los peores momentos.
Es por eso que El camino de vuelta es tan cercana y nos resulta familiar tras su visionado, ya que alguno o alguna habrá sentido en ocasiones la falta de un espacio propio y la búsqueda continua de un camino durante la adolescencia.
Y tras esta breve introducción que podría parecer digna de un diario de Freud, pasemos a decir que pese a que El viaje de vuelta tiene muchos elementos para ser la película más triste y humana que se ha hecho, es la comedia perfecta para entender la situación que el cine americano cada vez está tratando más, la de los inadaptados sociales.
Nat Faxon y Jim Rash, que aunque anteriormente ganaran un Oscar con Los Descendientes, ahora además dirigen y escriben una comedia que va por los mismo derroteros de Adventureland o Una historia casi divertida, el mirar hacia la juventud perdida entre el maremagnum de un cambio social, aquí nuestro protagonista tiene distintos choques generacionales, o sentimentales según se mire, con Steve Carrell, que es capaz de dejar de lado su perfil de tío buena gente para ser un completo capullo y a Sam Rockwell como guía espiritual, que sigue haciendo lo que mejor sabe, de él mismo.
En definitiva, estamos ante una de esas películas suaves y breves, que cuando la acabas te preguntas si falta algo, si te has perdido parte de la historia o si tan siquiera es una especia de preludio a algo que vendrá luego en forma de segunda parte. Pues nada de eso. Deja tantos interrogantes en su historia que esto no hace más que unirse al descoloque que sufre su protagonista.