Una de las peculiaridades de la sección nacional de DocumentaMadrid 2019 es la proliferación de películas que abordan asuntos más allá de nuestras fronteras. Es cierto que algunas tratan la realidad de la España de hoy, pero en la mayoría de esos casos lo hacen poniéndola en relación con el exterior. Así lo atestigua un filme como Hasta que las nubes nos unan, Guardiola – Diola, de Lluís Escartín.
«Hasta que las nubes nos unan, Guardiola – Diola» de Lluís Escartín
El autor de El (sin)sentido contrasta la vida de dos pueblos muy alejados en el espacio: los habitantes de Guardiola, una localidad barcelonesa, y los pertenecientes a la etnia de Diola, asentados en Senegal. El cineasta pone en relación estas dos zonas agrícolas tan equidistantes para enseñarnos hasta qué punto el progreso ha acabado con costumbres tan arraigadas como cantar mientras se realizan las labores del campo. Así nos encontramos como en la región de España el trabajo se realiza con muy pocas manos y en completo silencio, mientras que en la lejana zona de África se faena entre cánticos y afianzando la relaciones entre los miembros de la comunidad.
Escartín realiza una pieza de cine etnográfico que peca de excesivamente simplista. El pueblo de los Diola está plasmado en imágenes de una manera excesivamente benévola, mostrando prácticamente su mejor cara a pesar de las duras condiciones de vida, mientras que la localidad española está perfilada como una tierra triste, poblada por personas mayores y en la que reina el individualismo y la tristeza. No hay demasiados matices en su mensaje y es curioso que la descripción de las labores agrícolas en Guardiola, el pueblo natal del cineasta, sea demasiado superficial.
«Para la guerra» de Francisco Marise
Mucho más interesante dentro del mismo apartado nacional resulta Para la guerra, un notable retrato de un soldado cubano que no se adapta a su retiro en la isla caribeña. Con la ayuda en la producción y el guion del simpar Javier Rebollo, la cinta del argentino Francisco Marise retrata a un hombre perdido en un lugar donde no hay sitio para él. Solamente la recreación de sus particulares maniobras militares y sus charlas telefónicas con los que fueron sus compañeros de armas parecen devolverle algo de ilusión a un individuo que se ha quedado atascado en un pasado que él recuerda como glorioso.
El cineasta latinoamericano nunca subraya los aspectos más grotescos de su protagonista, una persona que sigue creyendo en la revolución cubana y sería feliz si muriera matando yanquis. Por el contrario, su perfil de este tipo al que solamente le queda rememorar viejas batallas respira dignidad en cada una de sus imágenes.