Kiyoshi Kurosawa es uno de los directores japoneses más polifacéticos y que mejor sabe desenvolverse en diferentes registros y géneros audiovisuales. Además su carrera es muy prolífica, y entre sus más de cuarenta largometrajes podemos encontrar una enorme variación de tramas, conflictos y personajes. Pese a que los títulos más destacados del director nipón suelen estar relacionados con el cine de terror y la ciencia ficción (Cure, Pulse, Creepy) es muy interesante cuando se centra en construir relatos más intimistas. La última película de estas características, Journey to the Shore, acabó estando en el top de 10 de Cahiers du Cinéma del año 2015. Con To the Ends of the Earth vuelve a seguir este camino para elaborar uno de los retratos más realistas y bonitos sobre la soledad y la sensación de perderse entre lo desconocido.
El peso de la película recae sobre la inconmensurable actuación de la cantante de J-Pop Atsuko Maeda en el papel de Yoko, una reportera japonesa enviada a Uzbekistán. Yoko ha de lidiar al mismo tiempo entre tirar hacia delante un trabajo en el que se siente constantemente incómoda y sobrevivir en un país que percibe como hostil. Kurosawa no se esfuerza a retratar Uzbekistán como un país problemático sino más bien lo contrario, muchos de sus habitantes se muestran afables con Yoko, pero su gestión de sus emociones y problemas internos incrementan sus miedos de las amenazas externas. El problema no son ni la barrera lingüística, ni las culturas opuestas, ni las personas con las que se cruza… El problema reside en que uno debe estar bien consigo mismo para poder gestionar obstáculos que ya de por sí son difíciles y están fuera de nuestra zona de confort.
En To the Ends of the Earth Yoko vive un duro viaje de aprendizaje que se resume de una forma metafórica a través de su obsesión por liberar una cabra encerrada en el patio de una familia. Incluso en un momento llega a decirle: “Podrías haber roto la cuerda y escapar”, como si estuviese hablando consigo misma. El aprendizaje culmina cuando la amenaza de un desastre mayor se asoma por la ventana. Cuando este desaparece, Yoko acaba reconociendo que al fin y al cabo no tiene tan mala suerte. Algo muy real en nuestra esencia humana y que bien resume la muchas veces tediosa frase “no sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos”. Antes a Yoko hasta los detalles más dulces le sabían amargos y actuaba de una forma pasiva ante un mundo hostil que se la estaba comiendo viva. Ahora coge con mano firme las riendas de su vida y canta el himno del amor. Como dice la traducción del título original: el fin del viaje, el comienzo del mundo.
2 comments