Paul Schrader está viviendo una segunda juventud cinematográfica. Ha logrado depurar su propio estilo cinematográfico a sus 76 años de edad y desde el estreno en 2017 de la maravillosa El reverendo ha demostrado estar en magnífica forma. Este film, El contador de cartas y El maestro jardinero forman una trilogía de películas con varios aspectos en común. Todas ellas están protagonizadas por hombres adultos de mediana edad que vacían sus pensamientos a través de la escritura de diarios personales. Están marcados por sucesos traumáticos del pasado e intentan corregir sus estilos de vida a través de un trabajo metódico y riguroso.
En este caso la salvación del protagonista no es ni Dios, ni el Blackjack sino un trabajo que se presta a la precisión y a lo sistémico como medio para corregir el pasado y llevar una vida recta y disciplinada. Las labores de jardinería de una finca es la segunda oportunidad de Navel Roth (interpretado por un fascinante e inquietante Joel Edgerton) para expiar sus pecados y vivir en una relativa paz. Paz que se ve truncada con la aparición de la sobrina-nieta de su jefa, Maya, una adolescente a la que tendrá que apadrinar como aprendiz. La buena sintonía entre los dos no será bien vista y supondrá la expulsión de ambos de la finca. Es en este momento en el que Navel hará de ángel protector de Maya a la vez que intentará aproximarse a ella de una forma íntima pero cohibida por la posible revelación de los oscuros fantasmas de su pasado.
Schrader construye una película algo más libre, tierna y esperanzadora y pese a estar presente se desprende de la rotundidad de sus discursos anteriores. Hay espacio para el amor, las segundas oportunidades y la reconciliación en un espacio donde la violencia sigue latente. Quien sabe lo que deparará el futuro de la carrera de Schrader, pero está claro que bienvenidas serán las películas de un director en un estado creativo espléndido.