Crazy Stupid Love, aprender esperar trabajar

Empezamos fuerte. Crazy Stupid Love es probablemente una de las mejores comedias románticas estrenadas en los últimos años. Pues eso. Ya podéis ir al cine tranquilos que esto no tiene nada que ver con Kate Hudson, Julia Roberts, Sarah Jessica Parker, Katherine Heighl o Sandra Bullock. ¿Las razones? Varias y contundentes.

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En Crazy Stupid Love hay personajes y actores. Muchas veces hemos vistos a actores de la solvencia de Carrel y Moore en papeles que no hacían justicia al talento demostrado en otras ocasiones. Aquí no. Ambos tienen unos buenos personajes en los que agarrarse y construir hacia arriba. Steve Carrel pasa con nota el examen de Jack Lemmon y consigue que entendamos su patetismo, que le cojamos cariño aunque a veces nos entren ganas de darle dos collejas. Julianne Moore compone un personaje más estereotipado pero se lo perdonamos porque, en el fondo, es secundaria. Pero está claro que ambos actores tienen química, nos creemos que son una pareja de décadas en crisis.

En Crazy Stupid Love hay credibilidad. Que no hay que confundir con realismo. Esto es una película del género comedia romántica y hay unas reglas a las que atenerse y unos peajes que pagar. Gustosamente cruzamos el umbral y todo tiene sentido. La peripecia del joven enseñando al maduro a ligar es coherente y los tópicos están manejados con gracia para que no nos los tomemos en serio. Aquí el que se lleva la palma es Ryan Gosling, el chulazo que todos querríamos ser, el Macho Alfa, el tipo que se las lleva a todas de calle, guapo, educado, listo y que querríamos que fuese nuestro colega sólo para poder verlo actuar. Gosling le da el punto de cinismo al personaje para que no nos caiga mal y empaticemos con él. Emma Stone sale poco pero aquí uno ya tiene una debilidad personal y su voz cazallera me pone un montón.

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Por último, en Crazy Stupid Love hay algo que contar. Y cada uno se quedará con lo que quiera. Que si el amor hay que trabajarlo, que no hay que esperarlo, que hay que aprender a amar y que nunca dejamos de ser alumnos. Que no todos son buenos y malos y que cada cual tiene sus razones. Que todos es más fácil y más complicado de lo que parece. Que hacer una buena película es cuestión de sentido común, talento y suerte. Y esta vez todo ha salido bien. Porque las comedias románticas siempre acaban bien, ¿no?

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