Corazón Gigante recuerda mucho al cine independiente, a historias reales y cercanas que son contadas de manera sencilla pero magistralmente, y que nos enseñan lo dura que puede llegar a ser la vida y lo malvadas que pueden llegar a ser muchas personas. Una de las maravillas del cine independiente es la forma que tiene de llegar al espectador, quizás debido a esa sencillez que tan pronto nos captura y nos hace sentir lo que la película relata. Y eso es lo que ocurre con Corazón Gigante. La historia de este adulto que vive una vida solitaria y rutinaria debido a su trabajo y a la convivencia que mantiene con su madre y el amante de ésta, que de alguna forma le han atrapado en un círculo vicioso del que no parece poder salir hasta que dos mujeres aparecen en su vida: una niña que con su inocencia le hará replantearse su situación, y una mujer que le ayudará a dar un paso adelante en la vida.
La historia de Fúsi retrata la propia guerra que él vive cada día y no sólo con las figuras que tiene en casa y con las que recrea la batalla que conmemora el primer triunfo de los aliados frente a los nazis en la II Guerra Mundial, sino principalmente su lucha diaria en un mundo tan diabólico e inhumano que no sabe convivir y respetar a gente que no es igual que la mayoría de la población, y que encima la vida castiga a base de golpes.
Corazón Gigante es un regalo que todos deberíamos ver para poder así contagiarnos de la ternura y comprensión que desprende su protagonista; porque aunque el mundo no está preparado para gente como Fúsi, se necesitan muchos Fúsis para arreglar este desmadre de planeta que estamos creando. Y es que cuando terminas de ver Corazón Gigante te das cuenta cómo el título no hace referencia a lo verdaderamente gigante que es el corazón del protagonista.