Durante un viaje compartido de Madrid a Murcia, los tres pasajeros comienzan a sospechar de las posibles motivaciones del peculiar conductor, Julián (Salva Reina), quien se comporta de forma extraña desde el arranque. Con quién viajas, de Martín Cuervo, es una combinación de road movie, película embotellada, comedia y thriller.
El personaje de Salva Reina hace preguntas extrañas, evita responder con datos concretos las preguntas que le hacen, cambia de tema con rapidez. Además, sus acompañantes, interpretados por Ana Polvorosa, Pol Monen y Andrea Duro, se percatan de una cuerda que asoma del maletero o una pistola bajo el asiento y asumen lo peor. Mediante el simple pero bien traído recurso del grupo de WhatsApp podemos intuir los monólogos internos de cada personaje así como aprender más sobre la personalidad de cada uno, y concretamente la relación entre dos de ellos, que se conocían anteriormente. Pronto, el espectador también está en ese grupo de WhatsApp, dudando, en tensión, atando cabos.
El motor que mueve esta película son las dudas, la incomodidad y los prejuicios que asumen ellos tres sobre su conductor. Se crea un aire tenso en el coche simplemente en base a pequeñas pistas o incongruencias que les hacen sospechar. Con quién viajas desafía nuestros prejuicios, presentando la idea de que quizás somos demasiado rápidos a la hora de asumir lo peor de los demás. Pero todos sabemos ya que no debemos juzgar un libro por su portada, o un coche por su carrocería, pero a menudo la desconfianza nos puede salvar de situaciones posiblemente peligrosas, y esta película nos deja dudando y pensando que quizás nuestras sospechas no son tan descabelladas.
Es sorprendente que el “viaje compartido con desconocidos vía una aplicación” no sea todavía una premisa recurrente en el cine, considerando el potencial sin exprimir que tiene para romances, thrillers, misterios, comedias de enredo, y si te pones también acción o terror. Con quién viajas se posiciona como una especie de experimentación con este subgénero, aprovechando sus limitaciones (que permitieron, por ejemplo, grabar secuencialmente, dando a los actores una ventaja que habitualmente solo se disfruta en el teatro) y manteniendo siempre las manos en el volante y los ojos en la carretera gracias a un guion bien enfocado y dinámico, cuyos cambios de marcha entre géneros y tonos se sienten fluidos y merecidos.