El cine LGTB está en auge y que mejor forma de visibilizar un colectivo ignorado y rechazado que a través del cine. Hace menos de una semana Moonlight se coronaba como la primera película LGTB en ganar un oscar a mejor película. Los festivales de cine dedicados a este colectivo cada vez aumentan más en número y calidad. Ver un gay, una lesbiana, un bisexual o un transexual en la gran pantalla afortunadamente cada vez se nos hace menos extraño. Y aunque no se haya recorrido ni la mitad del camino, el reconocimiento de estas obras artísticas poco a poco va consolidándose.
Por eso se agradecen películas como Closet Monster, un film canadiense dirigido por Stephen Dunn, un joven de 28 años abiertamente gay. Su experiencia personal le sirve para retratar la vida de un joven adolescente que poco a poco descubre su sexualidad. Su vida no es precisamente fácil, vive marcado por el divorcio de sus padres, su madre la abandonó cuando era pequeño y su padre tiene un carácter violento y homófobo. Todo esto junto al miedo o prejuicios sobre la homosexualidad (marcados por una experiencia traumática de cuando era pequeño) hacen del joven un chico perdido, como lo fuimos todos en su día, intentando poner en orden sus sentimientos. Se tenga la orientación sexual que se tenga hay muchos elementos con los que el espectador puede identificarse con su protagonista, y este es quizás el punto más fuerte de la película.
Como opera prima de un joven talento hay varios aspectos de la película que escapan de su control. La obra está impregnada de un realismo mágico muy interesante pero del que se abusa en exceso y que acaba estropeando el tono realista de la película. Por otro lado, en el proceso de enamoramiento del protagonista se recurre a muchos tópicos con la intención de desmontarlos pero muchas veces sin éxito. Closet Monster es probablemente una película necesaria para acercarnos a algo tan difícil de expresar como es la búsqueda de una identidad sexual. En ella destaca la frescura juvenil que aporta su director, pero a la vez denota una falta de madurez narrativa y en determinados momentos cinematográfica.