Siempre me llama mucho la atención cómo hay ciertos papeles que parecen que están pensados para un actor en cuestión, ya sea por su carácter o por las similitudes que presentan ambos – papel y actor- no podrías imaginarte a uno sin el otro. Esto precisamente pasa con Viggo Mortensen en Captain Fantastic, dónde personaje ficticio y persona real campan a sus anchas, atravesando esa delgada línea de realidad y ficción.
En Captain Fantastic nos encontramos la historia de un padre que cría a sus hijos en pleno bosque del pacífico, pero un día tendrán que abandonarlo todo para volver a la civilización y chocar con el mundo real. Pero no se engañe, esta película no es la versión indie de Greystoke y lejos queda el drama de seres inadaptados -más allá de pequeños chistes muy bien llevados- sino que estamos ante un comedia dramática al estilo de Pequeña Miss Sushine. Comedia porque, aunque haya tanto drama, no dejamos de ver la visión naif e inocentona de esos niños que son capaces de deshuesar un ciervo con un cuchillo de mantequilla, pero incapaces de relacionarse con otros de su especie.
Si algo hay que destacar del guión de Matt Ross, es esa facilidad con la que puedes identificarte con el personaje de Mortensen, para acto seguido tacharlo de loco y vuelta a empezar; construyendo así un mundo de claroscuros que hacen verosímil esta historia bonita que pretende luchar contra el mundo cínico en el que vivimos.
Captain Fantastic es una de esas películas que habrá que recuperar de vez en cuando, para saber si el nuevo sistema que unos plantean, está mejor que el viejo, o si ambos dos no llevan a ninguna parte.