Durante un año diversos personajes esperan. Ven pasar el tiempo en Fort Buchanan mientras sus parejas, soldados del ejército, se encuentran de misión en el extranjero. Durante poco más de sesenta minutos conviviremos con esta pandilla desprejuiciada donde la identidad sexual es una mera etiqueta de la que es fácil desprenderse.
Rodada con el desparpajo del que tiene tan poco presupuesto como poco que perder en lo artístico, Benjamin Crotty, director y guionista, divaga sobre el despertar sexual de una de las integrantes, mientras el padrastro de la chica echa de menos a Frank. A su alrededor una serie de personajes revolotea llenando los encuadres de una sensualidad que en cierto modo recuerda más al cine del destape español, referencia que seguro que Crotty desconoce, que a una propuesta sexual extrema.
El espíritu absurdo de toda la historia, que es más ensayo sobre los roles sexuales que narración estructurada, así como los personajes disparatados nos llevan de un lado para otro, con teorías sexuales más o menos descabelladas sin tampoco proporcionar una solución a la soledad impuesta: la alegría del sexo pronto torna en melancolía y de ella se contagia la película que llega un momento que no sabe ya para donde tirar.
Fort Buchanan se queda un poco a medio camino entre lo que le gustaría ser, un concienzudo retrato de personajes entre la soledad y el sexo, y lo que acaba siendo, un eficaz pero inane divertimento apto para amantes del indie y los cuentos de sexualidad más verbal que carnal.
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