Aaron Katz es uno de los nombres más importantes hoy en día en el panorama de cine independiente americano. Normalmente suele inscribirse dentro de un movimiento denominado mumblecore, películas con afán naturalista que suelen caracterizarse por la importancia del diálogo, la improvisación y las relaciones protagonizadas normalmente por jóvenes. Sin embargo en esta ocasión Katz se distancia totalmente del mumblecore para construir un thriller con letras mayúsculas. Gemini aprovecha una tendencia iniciada por Nicholas Winding Refn donde la estética de neón, la violencia contenida y la narración pausada son el orden del día. Sin embargo bebe profundamente de De Palma y por consiguiente de Hitchcock, así como de otros thrillers más noventeros y atmosferas Lyncheanas. Une todos los ingredientes indispensables para elaborar un thriller magnético del cual es muy difícil despegar la mirada.
Gemini parte de una premisa con ciertos paralelismos con Maps to the Stars, el último trabajo de David Cronenberg, conteniendo implícitamente una crítica al sistema de grandes estrellas y opulencia Hollywoodiense. El inicio del film nos muestra la buena relación entre una actriz (Zoë Kravitz, hija de Lenny Kravitz) y su asistente (Lola Kirke). Sin embargo, la joven actriz decide truncar con su carrera presionada por las habladurías de los medios que conjeturan una relación amorosa con otra mujer. Este inicio sirve como mera presentación de personajes para el inicio real de la trama, el asesinato de la joven estrella . Su asistenta no sabe explicar lo sucedido y siendo la principal sospechosa decide huir de la policía e investigar por su cuenta con el fin de descubrir el verdadero asesino.
El asesinato sirve como excusa y motor principal para desarrollar una trama protagonizada por la cadencia de su ritmo lento pero magnético, las múltiples referencias cinematográficas y una narración que al fin y al cabo despierta curiosidad al espectador. No estamos ante un nuevo Drive, pero si ante un thriller muy bien construido, con personalidad propia y con un desenlace a la altura de las expectativas.