Uno de los momentos más emotivos y esperados de la presente edición del Americana era la proyección de Lucky, el legado final de uno de los actores más importantes de la historia del cine. Harry Dean Stanton fallecía el 15 de septiembre del año pasado, dejándonos dos últimas interpretaciones, dos perlas a modo de un testamento fílmico conmovedor y de una enorme calidad. El éxito de estas dos interpretaciones probablemente surgió de lo bien amoldados que estaban estos papeles a su persona. Hasta el punto de poder afirmar que en ambas obras, la tercera temporada de Twin Peaks y Lucky, Harry Dean Stanton estaba interpretándose a sí mismo. Dos papeles vinculados directamente con su primer gran papel en París, Texas, aquel hombre solitario y perdido vagando en medio del desierto.
Lucky, también es un hombre solitario. A los 90 años de edad ha llegado al tramo final de su vida sin haber contraído matrimonio nunca, sin tener hijos, repitiendo unas mismas rutinas en el pequeño pueblo donde ha vivido toda su vida. Su estado físico está en perfectas condiciones, sin embargo sufre una pequeña caída que le hace replantearse la situación solitaria en la que se encuentra. Pero Lucky, en vez de deprimirse y autocompadecerse de su vejez, busca en su vida diaria pequeñas emociones en los pequeños detalles.
Lo que hace de Lucky una gran obra es la forma en que está encarada y estructurada. No existe una gran trama narrativa, un personaje heroico resolviendo conflictos, solo un hombre viviendo el día a día, agarrándose con fuerza a unas rutinas que definen su forma de ser. La opera prima de John Carroll Lynch, al que estamos acostumbrados a ver al otro lado de la cámara, juega sus cartas de una forma muy inteligente. Lucky es un personaje totalmente creíble gracias a la imbricación de la propia vida de Harry Dean Stanton en el personaje. Imbricación que va desde hechos puramente biográficos, como el pasado en la segunda guerra mundial que ambos comparten, hasta la creación de relaciones de amistad entre personajes que tienen un reflejo en la propia realidad. Hablo en este caso de la participación de David Lynch en la película que protagoniza los momentos más desternillantes y cómicos del film.
La muerte de Harry Dean Stanton es mucho menos dolorosa después de ver Lucky. Cada una de sus escenas están teñidas por una capa que nos resulta triste pero a la vez conmovedora. Todas ellas nos van empujando a una moraleja final. Lucky, de pie en medio de su bar favorito, apunto de encenderse un cigarrillo pese a estar prohibido, nos hace entender que todo y todos despareceremos algún día y solo quedará la nada. Sin embargo lo importante es afrontar esa nada con una sonrisa.