James es un joven que ni estudia ni trabaja, que vive con su madre y se pasa la mayor parte del tiempo de fiesta. Pero la vida de James no es ni mucho menos fácil. James White arranca en el momento en que se celebra el funeral de la muerte de su padre al que apenas conoce. Poco después su madre recae en un cáncer y a ha de encargarse de ella. Estamos acostumbrados a películas con personajes jóvenes nihilistas que se pasan el día sin pegar brote y dedican sus vidas a la fiesta y diversión. Pocas veces estas películas se esfuerzan en explorar las razones y problemas que impulsan a estos jóvenes a actuar de este modo. James White realiza una fantástica introspección en su protagonista, en sus sentimientos, sus obligaciones, sus frustraciones y que vías de escape utiliza para dinamitar su angustia.
Una cámara en constante movimiento y pegada al rostro del protagonista durante prácticamente los 85 minutos de metraje ayudan a reforzar y transmitir al espectador lo que siente el protagonista. Pero más allá de la puesta en escena, la magnifica interpretación de su protagonista Christopher Abbot en el papel de James y de Cynthia Nixon como su madre, son los culpables de añadir el realismo crudo de la que está impregnada la película. Sin embargo, pese a la dureza del relato, el film acaba convirtiéndose en una historia conmovedora de una madre y su hijo, un intento acertado para entender los sentimientos complejos a los que se puede enfrentar un ser humano.