En 1983 ¡ya han pasado unos cuantos añitos de eso! Loquillo y los Trogloditas cantaban una mítica canción en la que declaraban su amor incondicional a los camiones. Ahora, bastantes años después, el director cordobés Gerardo Olivares hace lo mismo con una marca de coches, el Renault 4 que ya ha pasado a mejor vida. En la actualidad este gran objeto de coleccionista es el protagonista de 4 latas, su última película, una cómica road movie que transita por el continente africano. Sus ocupantes son dos bilbaínos, un valenciano, un francés y un africano ¡Dios, se parecen los personajes de un chiste malo! su meta es encontrar a un amigo de la juventud que se encuentra gravemente enfermo en Malí y reencontrarse a si mismos bajo el sol abrasador de las dunas del desierto del Sáhara. Como si estuviéramos viviendo una carrera del Paris-Dakar, la aventura se desarrolla en varias etapas, algunas más divertidas que otras, con un desenlace previsto desde casi el comienzo del tour.
Cuando el agua escasea y las paradas con el habitual avituallamiento se convierten el trampas mortales, sale a la luz todo el sentimentalismo, compañerismo y amistad forjada en el pasado o recientemente. Ely ya no es la muchacha engreída y rencorosa del principio, Jean Pierre deja de ser el estirado y elegante francés, dueño de una propiedad hipotecada y Tocho aparca sus vicios más confesables. Son tres en la carretera que necesitan confianza ciega si de verdad quieren que el propósito y la misión encomendada lleguen a buen puerto, aunque el barco esté varado en la arena. A su lado Mamadou les ha hecho reaccionar y ver el continente de otra manera, poniéndolos en contacto directo con las raíces de esa tierra que lo ha visto crecer. Les ha abierto los ojos y ha dado la vuelta a prejuicios infundados ayudándolos en los malos momentos incluso poniendo en riesgo su propia vida. Hasta Soriano que trafica con cualquier cosa que pueda proporcionarle un billete de ida a cualquier lugar del globo se convierte en un aliado fiel cuando los problemas llegan de improviso con conocidos del pasado que intentan saldar cuentas ¿a que sí Alain?
En 4 latas no se buscan grandes o elocuentes discursos, este es solo un divertimento más sin grandes pretensiones aunque alguno distinga en la lejanía y sin prismáticos posos de una verdad crítica que debe ser analizada. Los fracasos de todos en el mundo civilizado, son triunfos momentáneos en otro deshumanizado en donde las relaciones parasitarias o de intercambio están a la orden del día con mercadeo de objetos de todo tipo de valor, como un satélite caído o de seres humanos que son esclavos de unos amos avariciosos y ladrones. La supervivencia es la única ley que se sigue por esos lugares y que parece no llegar a manchar la moralidad de unos personajes que han evolucionado desde que partieron de la casilla de salida. El maná no les llegará como recompensa caído del cielo sino a través de un espejismo vivo que vuela a ras de suelo y planea sobre ruedas. Una vida extra que el juego pone en un tablero lleno de baches.
Los cuatro viajeros, una Dorothy sin Toto, un león miedoso que se esconde en los maleteros desconocidos, un hombre de hojalata que necesita su aceite para poder moverse o el espantapájaros al que los monos alados de la Bruja del Oeste han dejado hecho una ruina y enfermo de casi todo recorren el camino de baldosas amarillas o en este caso de barriles de color apartándose de la senda solo en contadas ocasiones esperando llegar pronto a ver al Mago que les conceda el deseo de ver a su amigo y padre vivito y coleando una última vez.
Quedémonos con las vistas de pájaro del capó del Renault, los cogotes de sus ocupantes cantando modernas Chitty Chitty Bang Bang, sus pegatinas de competición y varias piezas varias que se van perdiendo por el camino pero que no separan sus destinos, picados que desinflan ruedas y que desde las alturas les avisan que los buitres esperan con ansia su desfallecimiento. 4 latas es una moderna españolada que visita nuestra cartelera y que no aspira a oasis sino a charquitos sin palmeras.
Beber, sin sed, un trago de este mejunje no es pecado, sino una valiente decisión de la cual uno no se arrepiente porque alguien dijo una vez que este puede ser el comienzo de una bella amistad, aquí o en Tombuctú.