Adolf Hitler fue víctima de numerosos atentados durante su mandato en la Alemania nazi que pretendían acabar con su vida. Como ya sabemos ninguno de ellos llegó a buen puerto quedándose alguno a las puertas fallando por muy poquito. Este es uno de ellos, planeado ideado y llevado a cabo por George Elser. Por desgracia 13 minutos tuvieron la culpa de que no resultara un éxito. El Führer el ocho de noviembre de 1939 en Munich abandonó el podio antes de lo previsto y consiguió salir indemne de ese ataque con bomba. Elser fue hecho prisionero y torturado por el ejército alemán buscando respuestas. En 13 minutos para matar a Hitler se nos cuenta el interrogatorio, que abusa de flashbacks, y no solo nos presenta la maquinación de este posible asesinato sino también nos da pistas a cerca de lo que motivó esta actuación.
El director alemán Oliver Hirschbiegel nos muestra el nazismo ante los ojos de un inocente que no entiende de política ni de asuntos militares y que reacciona cuando ve sufrir a aquellos que tiene a su lado. Sus amigos, vecinos y amantes son perseguidos, humillados y asesinados por un ejército que cree en el poder de su raza y se dedica a exterminar a todos aquellos que no están de acuerdo con su credo. De esta manera seremos testigos del nacimiento, primeros pasos, consolidación y futura caída del régimen siempre bajo la visión de Elser. Una clase de historia que recuerda por momentos a otros films más osados como Sonrisas y lágrimas o Valkiria y que lo acercan a otros títulos de moda como el último ganador del Oscar a mejor película extranjera. El hijo de Saul es mucho más, de eso no cabe duda, pero nuestra película en algunos instantes deja el género del telefilm para aproximarse a cotas más altas.
Christian Friedel interpreta a un hombre que se convirtió en un mártir. Pudo cambiar el rumbo de la historia salvando a millones de personas pero al final todo le salió mal. Se cree el papel que le ha tocado representar y reconoce que ha fracasado como el abanderado de la libertad y la justicia. Un superhéroe de otros tiempos que no se viste con mallas sino con traje y corbata. Tal y como podemos ver en el poster de 13 minutos para matar a Hitler sobresale de todos los demás no por sus ideas, coincidentes con muchos de aquellos que estaban a su lado, pero si por intentar que estas se hagan realidad.
Parece que estamos ante un director que se siente especialmente cómodo hablando de un tema tan serio y tan duro como es el holocausto nazi. El hundimiento trató sobre él y El experimento sobre el encierro del hombre y las sensaciones que padece en una cárcel. Elser pasa de ser un hombre libre, amado y respetado por su trabajo a ser un prisionero al que no respetan y que es sometido a todo tipo de vejaciones. La muerte es un alivio y un consuelo que parece no llegar nunca.
13 minutos para matar a Hitler no va a cambiar nuestra manera de pensar, no lo pretende. Nos muestra algunos de los efectos del nazismo que fue capaz de transformar a un buen hombre amante del arte musical, pacifista y mujeriego a partes iguales en un violento casi asesino. Esa metamorfosis kafkiana de hombre a monstruo deja por el camino cadáveres en forma de amores finitos y enemigos que recibirán de su propia medicina como uno de los soldados que juega a poli bueno y poli malo con Elser.