Es duro enfrentarse a una segunda parte. Es más que probable, que alguien siempre añada eso de ‘segundas partes nunca fueron buenas’ y añadan ‘menos la de El Padrino’. Zoolander Nº. 2 se sale de ese dogma autoritario que toda persona con una opinión bien formada pueda profetizar, ya que la segunda parte del inventor de la mirada ‘acero azul’, no es que sea buena, es que distinta. Esto no quiere decir que la película no sea entretenida y divertida, que lo es y mucho, sino que estamos ante una nueva aventura de Derek y Hansel, dónde la auto referencia y el chiste surrealista se magnifica para mitificar, más aún, esa primera parte– ha llovido mucho desde 2001, y los autores lo saben, por eso se empeñan en que enganchemos lo antes posible con sus dos protagonistas– para así establecer esta segunda como una vuelta para los fans más confesos, y de paso, aprovechar y unir al club a algún fan nuevo.
El planteamiento de la historia presenta pocas novedades, Derek Zoolander vuelve a modo de profeta necesario, para salvar a aquello que más quiere – él mismo– de otro plan secreto nacido de las entrañas del mundo de la moda; y es que el personaje parido por Ben Stiller vuelve como lo hacen los grandes, justo cuando se le necesita.
Debemos estar preparados para lo de siempre, referencias a la cultura popular, los cameos y las autoreferencias –estos tres componentes quedan perfectamente retratados con el cameo de Susan Sarandon, especial dedicación a los fans de The Rocky Horror Picture Show– estando todas ellas perfectamente compensadas con la participación de todos sus protagonistas, porque si algo llama la atención en esta secuela, es como todos y cada uno de los asistentes a las aventuras de Zoolander, gozan del tiempo de gloria necesario para el desarrollo de sus personajes y de la historia en sí.
Tampoco podemos olvidarnos de la critica que hay en Zoolander Nº. 2 a la sociedad en la que vivimos, con sus roles de cuerpos perfectos, tetas pequeñas y hagstags concisos que sepan expresar cómo nos sentimos.
Me dejo muchas cosas sin mencionar, como los papeles de Fred Armisen –un niño de 11 años- y de Kristen Wiig – una Donatella Versace que flota por el espacio tiempo– pero lo importante es que Ben Stiller siempre nos tiene acostumbrados a la diversión, y en esta ocasión, no iba a defraudarnos, eso sí, que no vuelvan a pasar 15 años para volver a ver como no se entera de nada Derek Zoolander.
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