En La Habana actual cada uno se busca las habichuelas como puede. Como Jesús, un joven huérfano que malvive en la casa familiar trabajando como peluquero a domicilio y preparando y adecentando pelucas en un local donde actúan las drag queen más importantes de la ciudad. Por desgracia no todo dura eternamente. Alguien conocido llama a su puerta buscando techo y comida. Se trata de su padre, un ex boxeador alcohólico y violento que regresa a su hogar, no precisamente por Navidad, con intención de quedarse una buena temporada. Sus antiguas ideas machistas y sus caducas críticas al mundo de la noche y al travestismo entran en conflicto con un futuro prometedor que parece sonreír al chico. Jesús se transforma en el escenario en Viva, una cantante que interpreta antiguas canciones en playback que escuchaban su madre y abuela cuando él era niño y que él aún conserva en discos.
Viva no reivindica nada ni es un canto de protesta contra una sociedad que no acepta la prostitución o las relaciones homosexuales. Dibuja una realidad que puede gustar o no a todos y sobre ella pega una historia que tiene como protagonista una relación difícil entre padre e hijo. Héctor Medina, el actor de los ojos bonitos de El Rey de la Habana sobrevive honradamente en condiciones muy precarias ayudando a quien más lo necesita, como la amiga aprovechada que mantiene un romance con un sinvergüenza sin escrúpulos. Su padre, el conocido actor cubano Jorge Perugorria, por el contrario lejos de llevar una nueva vida mejor que la anterior, coquetea constantemente con el alcohol llevándolo por la calle de la amargura y haciéndole padecer a su hijo una condena, más pesada e inmerecida que la que él sufrió en la cárcel tiempo atrás.
La relación mantenida entre ambos pasa por diferentes estados, uno primero de rechazo y recelo de Jesús ante la súbita aparición de su progenitor, el siguiente de aceptación de la nueva situación para ambos con las normas no escritas que deciden poner en práctica y un tercero y un último de cariño y amor entre ambos, algo que al principio jamás nadie hubiera sospechado. Jesús/Viva entiende que merece la pena vivir acompañado rechazando ahora una solitaria existencia. Su padre al final no solo aceptará la nueva profesión de su hijo sino que se sentirá muy orgulloso de aquel al que antes despreciaba y no entendía.
Cada noche el local abrirá sus puertas a todo aquel que desee escuchar a Viva, una estrella que se deja el alma contando sus miserias, sus sentimientos, toda una vida de penurias que parecen no tener fin. Con cada actuación deja una pizca de lo que es él, desnuda su alma y su corazón con cada una de la canciones interpretadas. Una diva que vende su vida y que ahoga sus penas a golpe de micrófono. Un drama humano que esta vez no es mudo, tiene letra y melodía. Una película que respira música y late ternura a partes iguales.
Como curiosidad habría que añadir que Viva, rodado íntegramente en la isla caribeña, no tiene nacionalidad cubana sino irlandesa y que fue elegida para representar a este país en los premios Oscar como película de habla no inglesa con un resultado nada favorable. Sin embargo resulta interesante comprobar como cada vez más experimentos como estos asaltan festivales amasando premios por doquier.