Es inevitable comparar Verano del 85 con Call Me By Your Name a pesar de que François Ozon y Luca Guadagnino tengan tanto que ver entre ellos (y en sus intenciones) como un huevo a una castaña. Pero, a priori, un romance de verano adolescente homosexual en un entorno idílico da a pensar que el francés está intentando replicar al italiano. Y sin embargo, donde en Call Me By Your Name era todo pasión, calor, sexo y melocotones, en Verano del 85 hay una frialdad que envuelve un supuesto misterio que ha encandilado a gran parte de la crítica en la que, debo reconocer, no me encuentro.
Verano del 85 es una película en la que sus protagonistas, Alexis y David, cocinan su relación a fuego lento, duermen juntos, van en moto, trabajan en el mismo sitio, van de fiesta y se preguntan cosas que nadie se pregunta a los 16 años pero quedan muy bien en un libreto. Después, la trama da un giro y la atmósfera se hace más opresiva, más adolescente, más intensa (o más bien intensita), y el paso de película de amores y desamores estival a thriller de misterio se vuelve un ejercicio de torpeza.
Es casi como si Ozon, deseoso de reinventarse a sí mismo, se hubiera aburrido de lo que sabe hacer a mitad de metraje y hubiera decidido contar otra película infinitamente menos interesante, que incluye una escena –pista: da título a la novela original en la que se basa- que, si no estás muy metido dentro de la atmósfera del film, resulta más cómica que emotiva. No ayuda la voz en off o algunas escenas de dramatismo rayando en lo absurdo que chocan frontalmente con el resto de lo que nos han contado hasta ese momento.
En los primeros compases de la película, David es poco menos que un dios para Alexis, casi literalmente: es él quien le rescata de un naufragio, le cambia de ropa, le da trabajo y le soluciona un verano que ya parecía perdido en el aburrimiento. Después, un tercer personaje aparece de manera un tanto artificial para terminar de liar el cocktail y que este relato de las primeras veces tenga un recorrido y un final amargos.
Me gustaría escribir, como muchos de mis compañeros de la crítica, sobre la emoción a flor de piel, la fotografía perfecta, el trabajo de orfebrería de Ozon con estos personajes, la inteligente narrativa, la mezcla casi perfecta entre historia de amor y thriller maquiavélico. Pero no puedo hacerlo. Verano del 85 me ha tenido en todo momento como un espectador pasivo, esperando ver esa brizna de genialidad de la que todo el mundo hablaba y no una historia que no aporta nada nuevo ni al género ni a la filmografía de su director, cómodo en su primera parte y como un pulpo en un garaje en la segunda.
Los dos protagonistas, Félix Lefebvre y Benjamin Voisin son, sin duda, el pilar fundamental por el que esta película consigue sostenerse sin caer en la más absoluta de las naderías: ambos son prácticamente novatos en el cine, pero resultan naturales, frescos, saben dar un carisma a los personajes logrando matizarles con miradas y gestos más que con los diálogos. Ambos elevan la obra de Ozon y un guión que se aleja premeditadamente de la realidad para caer en diálogos y situaciones absurdamente teatrales y con extra de melodrama.
No por ello es un mal libreto el de Ozon, aunque sí es demasiado reminiscente de la novela original. Quizá en sus páginas se pudiera ver la construcción del misterio y el puzzle con mayor sentido que en Verano del 85, en el que el rompecabezas no tiene más de cuatro piezas que, una vez colocadas, tampoco dan una profunda gratificación. Es cierto que el misterio sirve para enganchar al espectador en una potente primera escena en la que el suspense y el humor negro se hacen patentes, pero después ese tono se difumina por completo hablando de la pasión, de la duda, del dolor y de la pérdida del primer amor. Para cuando volvemos al suspense, ya se nos ha olvidado que se supone que teníamos que estar en tensión.
Es más interesante la transformación de Alexis con respecto a David: ¿Es perfecto o solo es perfecto en su mente? ¿Es amor lo que siente o solo ganas de sentir amor? ¿Es Alexis una relación estable para David o solo un capricho veraniego? Si la película hubiera tratado la decepción y el dolor durante más minutos y hubiera indagado en la psique de ambos (por ejemplo, mostrando a Alexis y David meses después, saludándose por la calle civilizadamente) estaría aplaudiendo la obra de Ozon, pero el cambio repentino que lleva todo el tercer acto no funciona y lastra los logros de los dos primeros.
En definitiva, Verano del 85 es una muestra de lo que mejor sabe hacer Ozon, pero también de lo peor. Es una historia de amor y cariño, pero también un thriller de misterio y culpabilidad. Es una película que habla de temas inherentes a todo ser humano, pero también cae en el ridículo de las pelis de tarde de Antena 3. Es una experiencia que, intuyo, cada persona vivirá de una manera diferente. Para mí, es una película vacía, carente de alma y totalmente difusa, pero que podría haber sido muchísimo más. Unas vacaciones en Francia regulares.