¡Houston, tenemos un problema o varios! El pequeño Theo, jugador de fútbol y promesa, quiere recuperar a su padre y aunque no quiera debe mentir para conseguir su objetivo. Últimamente este pasa todo el tiempo y mucho más agarrado a una botella, metiéndose en peleas y dejándolo en ridículo delante de todos cuando se digna a ir a ver sus partidos. Esta es Una pequeña mentira que nace, cuando va a verle un ojeador del club inglés Arsenal, crece con el tiempo y en compañía de cómplices y muere en el momento justo, cuando la historia así lo requiere y necesita. En cierta manera me recuerda a la gran La familia Belier, otra película francesa con adolescente talentoso que tiene que abandonar su hogar y a sus amigos y progenitores para poder avanzar. Aquí la comedia se apoya en el deporte y el drama en los problemas que existen entre padres separados que tienen que compartir custodia y mantener una relación de amistad que ya no se sostiene por ningún lado. Esta pequeña hormiga, cariñoso mote dado a Theo, se encuentra entre dos aguas, una limpia y clara y otra muy turbia que apesta a alcohol. Cuando vive con su madre tiene que soportar a la pareja de esta y cuando está con su padre se siente huérfano de cariño intercambiándose los roles y su educación. Su vida se convierte en una montaña rusa de emociones y ánimo confuso que solo puede aplacarse visitando lugares secretos y silenciosos o dejándose llevar en los partidos de fútbol donde él es la estrella del equipo.
Entre viejas barras de bar, barrios marginales y campos deportivos locales sus sueños se desvanecen sin el alimento de la mejora física y mental de su padre. Sus amigos enmascaran la mentira como pueden, incluyendo un hacker casero que ha abandonado la escuela y toda vida social y humana viviendo entre las cuatro paredes de su habitación y olvidándose del necesario aire libre, un grave problema de incomunicación en pleno siglo de moderna tecnología.
Como su homónimo animal, Theo recoge y almacena los frutos de su engaño por miedo a que en el futuro todo eso desaparezca. Hace bueno el refrán ese que dice que en el amor y en la guerra, todo vale, aunque esto pueda llevarse por delante su relación con Romane o pueda poner en peligro el trabajo de Sarah, una asistente social preocupada por sacar del pozo a nuestro querido Laurent, un segundo protagonista en este bonito y real cuento.
La figura del entrenador, borracho y jugador que cambia su vida en contacto con un joven deportista o ese hombre perdido que vuelve a levantarse y a reconducir su camino torcido ahora se convierte en un padre modelo que por supuesto debe conoce a una chica interesada en él, encuentra trabajo sin despeinarse y adquiere una casa decente ¡vamos un clásico entre clásicos!
El gol otra vez entra por toda la escuadra porque el director de Una pequeña mentira juega a sabiendas de que rara vez esta fórmula falla y cuando hay niños de por medio el fracaso no es una opción posible así que de nuevo tenemos frente a nosotros un final imaginado que nunca defrauda tocándonos la patata con sentidas despedidas y añoranzas o pesares que son para bien. La hormiguita que ha sido una gran ahorradora puede disfrutar ahora de un merecido triunfo y descanso con la barriga llena y la mochila vacía de remordimientos ¡su nuevo reto y preocupación es aprender inglés!