Uno de los ejercicios más difíciles dentro del terreno documental es la realización de obras cinematográficas o documentales a partir del material de archivo. Muchas veces los directores se empeñan en retratar determinadas sensaciones o explicar unos hechos concretos a través de la construcción de imágenes vacías y sin sentido alguno. La búsqueda y el montaje de material ya existente no resulta solamente un ejercicio práctico sino también heroico y hermoso. Pero aunque a primera vista no lo parezca, la realización de buenas obras a través de material de archivo es probablemente una de las facetas más complicadas dentro del séptimo arte.
Una juventud alemana consigue resolver con mucha solvencia su principal objetivo: mostrar la radicalización política de los jóvenes alemanes durante los años sesenta. Para ello se vale de un enorme abanico de tipos de materiales y de diferentes formatos: entrevistas, documentales, reportajes periodísticos, noticieros, programas de televisión, películas de los propios jóvenes… El resultado es una obra que te adentra en una vorágine de locura y que de forma deliberada te hace sentir la inestabilidad y la radicalidad con la que estos jóvenes actuaban de forma utópica para combatir el capitalismo y mejorar el mundo. Esto funciona en parte como arma de doble filo, ya que el maravilloso montaje y selección de materiales consigue transmitir un efecto muy interesante pero a la vez desorganiza la información y marea al espectador. Más allá de eso hacía tiempo que una película con material de archivo (probablemente desde El fondo del aire es rojo de Chris Marker) no sabía reflejar con tanta certeza y pulcritud un sentimiento político-social histórico.
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