El genocidio armenio es una de las catástrofes más tremendas que han sucedido en la historia de la humanidad y sin embargo ha permanecido olvidada e ignorada a lo largo de los años. Algo muy estremecedor al tener en cuenta el elevado número de víctimas humanas que dejo a su paso (alrededor de los dos millones) y las familias y generaciones que quedaron destruidas. Sin embargo el genocidio armenio no solamente ha sido olvidado por la memoria colectiva; existen muy pocas obras artísticas que se hayan aproximado y centrado en él. El séptimo arte tampoco se libra de este olvido injustificado, siendo muy pocas las incursiones cinematográficas de este suceso histórico. Una historia de locos nos sitúa dentro de una familia armenia asentada en Marsella durante los años 80.
Exiliados de su país de origen, se establece un conflicto generacional entre Aram, un joven revolucionario en contra de las injusticias del pasado que siguen asolando su país; y sus padres, conformados con su situación sin relegar a sus tradiciones. Aram, de una consciencia arraigada en el comunismo, siente que solo podrá cambiar las cosas a través de actos revolucionarios. Por esa razón acaba incorporándose en un grupo terrorista armenio y haciendo explotar el coche del embajador turco en París. Tras el atentado, Aram se desplaza a Armenia donde continuará su lucha por la libertad de su país. Una víctima inesperada del atentado (un joven que pasaba en bicicleta por el lugar de la bomba) queda paralítica y su vida se ve truncada. A partir de este momento la película se centra en mostrar dos adaptaciones: la de Aram en la milicia y la de la víctima que quiere comprender los motivos del acto terrorista.
Una historia de locos establece una interesante aproximación a los ecos del genocidio armenio. La identificación del espectador con la víctima del ataque terrorista se establece de inmediato. Ambos, (salvo excepciones) ignorantes del conflicto armenio-turco, emprenden un aprendizaje histórico a las tradiciones y la forma de vivir de un país que continua en pie pese a los continuos intentos de demolerlo. Por otro lado también puede establecer una identificación con Aram, un joven que lucha por la libertad de su pueblo mientras poco a poco le arremeten preguntas como ¿El fin justifica los medios? ¿Solo a través de un conflicto armado que afecta a civiles inocentes es posible llegar a la justicia?
La temática abordada en la película es muy interesante pero absorbe por completo cualquier intención cinematográfica o artística. Todo la configuración estilística de la película está al servicio de una historia interesante, sí, pero que acaba acercándose al reportaje histórico o al biopic político clásico que está tan de moda.
El cine es un medio artístico destinado al gran público que puede ser utilizado como instrumento de denuncia. El genocidio armenio debería tener más visibilidad y, aunque haya pasado prácticamente un siglo, remarcar con el cine lo poco que sabemos de él nos ayuda a entender cómo continua siendo el panorama político actual. Por esa razón, Una historia de locos, con sus más y sus menos, es un tipo de película que debería de ser imprescindible.