La anterior película de Javier Ruiz Caldera, Promoción Fantasma, supuso un inesperado soplo de aire fresco dentro del, muchas veces rancio, género de la comedia española. Explotando salvajemente los clichés del cine de los años ochenta bajo el prisma de la nueva comedia americana, conseguía adentrarse en un terreno inexplorado para los cineastas patrios: el de la sesión palomitera para adolescentes, con innumerables referencias a la cultura pop, chabacanería, romanticismo y un evidente propósito de hacer reír.
En esta ocasión, Ruiz Caldera deja de lado el elemento fantástico para centrarse de lleno en la comedia romántica. Ruth (Inma Cuesta) es una joven investigadora desafortunada en el amor que vivirá el peregrinaje por las bodas de sus ex como su particular camino de redención personal. Las claves son las mismas que marcaba su predecesora, personajes-clichés extremos, parodia grotesca, irreverencia, brocha gorda, escatología, grandes hits musicales y un toque de romance.
Pero lo más importante de todo este improbable cocktail es que funciona. El mecanismo de gags y situaciones disparatadas se desliza con una naturalidad pasmosa, va de menos a más y finalmente te atrapa dentro de su engranaje nupcial. Los actores se mueven con naturalidad dentro de toda esta extravagancia. Inma Cuesta confirma que tiene un encanto y presencia que traspasa, Martín Rivas sorprende (!!!) como el becario de la mesa de al lado, Quim Gutierrez mucho más convincente que en Primos, y Rossy de Palma pisando fuerte dentro de un reparto muy coral que está más que correcto.
Tres bodas de más podría encajar a la perfección (o casi) dentro de la factoría Apatow, tiene una pizca de lo mejor de los hermanos Farrelly y no oculta su homenaje a los clásicos (La fiera de mi niña). Y como el gran temazo del grupo Europe (momento musical clave en la película) avergüenza, emociona y hace sonreír por partes iguales.
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