A raíz del panegírico que escribí sobre Michael Bay el pasado lunes tuve oportunidad de prever las reacciones tanto a favor como en contra que provocaría el visionado de Transformers: el lado oscuro de la luna. Finalmente, el resultado es, para bien o para mal, previsible, es decir, una amplificación extraordinariamente exagerada de todas las virtudes y defectos del cine de Bay. Empecemos por estos últimos.
Una de las críticas que se le hizo a la segunda parte de Transformers era que la historia dejaba mucho que desear. El propio Bay se excusó con que habían trabajado el guión de forma acelerada debido a la famosa huelga de guionistas del 2008. Aquí es donde creo que se equivoca el bueno de Michael. Que si la película es sobre unos coches muy chulos que se convierten en robots gigantes que se pelean entre ellos no quiero que me cuentes una historieta de chispas vitales, barras energéticas y teletrasportaciones complejas. Michael, lo tuyo no es el arte de narrar y la construcción de personajes. Agradeceríamos que ni siquiera te esforzases. Por eso, la primera hora y cuarto es un zurullo monstruoso del que sólo se salva el privilegiado palmito de Rosie Huntington-Withley. Y porque con algo hay que entretenerse.
Mi recomendación es que veáis los diez primeros minutos, más o menos: la introducción y la primera escena de Rosie (genial su plano de presentación), y que salgáis corriendo en cuanto salgan los padres de Shia Labeouf. Emplead esa primera hora en algo productivo: llamad a vuestra madre que seguro que la tenéis un poco abandonada, leeros un libro o una revista, charlad con vuestra novia a la que habéis arrastrado a ver esto, lo que veáis bien… Después volvéis a entrar. Pillaréis rápido el hilo de lo que ha pasado y si no ya están ahí los personajes para verbalizar cada 10 minutos qué está pasando. No os preocupéis, no os habéis perdido demasiado.
Ahora viene lo bueno. La última hora y cuarto de Transformers: el lado oscuro de la luna es de lo mejor que se puede ver en cuanto a cine de acción hoy día. La belleza plástica de Bay alcanza unas cotas de hermosura fascinantes: hay un plano, a camara lenta, por supuesto, de Rosie Huntington-Withley con todo explotando alrededor que resume todo lo que Bay puede hacer y otros no. Los que se preocupaban por el mal uso del 3D pueden estar tranquilos. El cine de Michael Bay siempre ha sido tridimensional, lo podéis ver en el vídeo del pasado post. Además la exigencia técnica consigue hacer algo que parecía impensable: no hay esos montajes vertiginosos donde no te enteras de lo que está pasando. El 3D doma al caballo desbocado del montaje y todo se ve con la normalidad que se puede esperar de la destrucción de media ciudad de Chicago. Y 3D bien hecho, con sentido, que si estás pagando más sea por algo. Si podéis, IMAX 3D. Pura pirotecnia audiovisual del mejor calibre.
Mi conclusión es que Michael Bay debería hacer cine abstracto, sin argumento, no comercial. Transformers: el lado oscuro de la luna sería una Obra Maestra digna del MOMA si sólo se montasen las escenas sin más conexión narrativa. Si disfrutaste con las anteriores Transformers esta es una película que no te puedes perder. Si el señor Bay te provoca urticaria ahórrate los euros. Nunca ha sido tan sencillo. Cuando te subes a una montaña rusa sabes a lo que vas. Puedes salir un poco mareado pero con ese cosquilleo en la barriga de haberlo pasado en grande. Y si no te gustan las atracciones extremas pues no pasa nada. Siempre te quedarán Jose Luis Garci y Antonioni.
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