A finales del siglo XX Londres fue testigo de una historia singular. El escritor y dramaturgo Alan Bennett vecino del barrio de Camden Town, en Gloucester Crescent, convivió con una extraña anciana que llegó hasta su casa al principio como invitada convirtiéndose quince años después en amiga y compañera. Siguiendo su innato sentido de hospitalidad y de humanidad dejó que la señora Shepperd, una señora mayor con aspecto, formas y costumbres de indigente, enferma del síndrome de Diógenes, se alojara en el patio de su propiedad proporcionándole cobijo y cubriendo algunas de sus necesidades más básicas como luz eléctrica, agua o comida. The lady in the van narra esta peculiar historia.
La veterana actriz británica Maggie Smith abandona Hogwarts para encarnar otro papel entrañable que le valió una nominación a los Globos de Oro el año pasado. Esta original y curiosa mujer que conducía un tractor amarillo ¡digo una furgoneta amarilla! llevaba a sus espaldas un terrible secreto que no le dejaba dormir por las noches. Un accidente de carretera con muerte incluida le atormentaba así como la presencia de un chantajista, testigo del suceso que visitaba su hogar a altas horas de la noche sin ningún miramiento.
The lady in the van nos cuenta la historia de esta mujer y su estrecha relación con su vecino además de los roces que tuvo con algunos miembros de esa comunidad. Alex Jennings interpreta al buenazo de turno, moderno y gay que al principio mira con recelo a Miss Shepperd pero que luego ve en ella a una segunda madre entristeciéndose cuando su salud empeora. La de verdad se consume en un hospital residencia en una especie de coma. De esta manera se convierte en una madre sustituta acaparando su atención y sus cuidados.
Nicholas Hytner, conocido por dirigir El crisol, juega con la comedia y el drama con esta senil mujer de juventud monjil que era además una virtuosa del piano y una maestra del engaño y la persuasión. Varios flashbacks intentan con éxito acercarnos a sus orígenes y a esa afición ahora secreta, solo recordada en el presente en un concierto improvisado. Su desparpajo y naturalidad a la hora de contestar a vecinos, transeúntes y demás curiosos que se atreven a entablar una conversación con ella es el rasgo cómico más importante de esta película así como el desdoblamiento que sufre en ocasiones Alan Bennett quien parece hablar con un hermano gemelo imaginario. En realidad se trata de su conciencia, un amigo charlatán con el que mantiene interesantes charlas a veces más profundas a veces mucho menos serias. El drama llega cuando tristemente el paso del tiempo se come a todos aquellos a los que hemos cogido cariño en el film pero ¡ya no diré nada más que todo se sabe!
Aprovecha Hytner cualquier ocasión para introducir en los diálogos referencias al catolicismo en perpetua lucha contra el comunismo al que aquí se tacha a veces de malévolo. La señora Shepperd no tolera que su amigo, perdido para la causa, se embarque en aventuras amorosas efímeras que no conducen a nada bueno.
The lady in the van es una gran sorpresa. Lo curioso no es la historia en sí sino que de verdad sucedió de esta manera. Que todos estos personajes no son fruto de la imaginación de Hytner. En la actualidad tal y como demuestran las imágenes de los créditos finales encontramos una placa conmemorativa en el lugar en el que esta santa mujer vivió.
En 1999 fue estrenada en el teatro la primera adaptación que se hizo del libro de Bennett. No ha sido la última. El cine ha decidido no mirar hacia otro lado y darle una oportunidad a este relato ¡Mucha mierda!