El proceso de desenganche de un grupo neonazi ha sido tratado ya en el séptimo arte en algunas ocasiones, aunque sean pocas las que hayan perdurado en la mente del adicto a la gran pantalla. Quizá una de las más recordadas sea American History X, la historia de un violento joven de ultraderecha que acaba renegando de sus ideales políticos. Aquella cinta se beneficiaba de la poderosa interpretación de Edward Norton, aunque se resentía del esteticismo de videoclip que le imprimía al conjunto el director Tony Kaye. El cine español también ha abordado el asunto en largometrajes como Alacrán enamorado, filme de Santiago Zannou donde un chico encontraba su puerta de salida a un grupo xenófobo a través del boxeo y la relación sentimental con una joven no precisamente aria. Skin podría encuadrarse dentro de este subgénero de jóvenes ultraderechistas que quieren abandonar las bandas violentas de las que forman parte.
Guy Nattiv, director y guionista, establece en Skin un vinculo entre las dolorosas operaciones que se somete su protagonista para eliminar de su rostro y cuerpo los símbolos neonazis y el gradual proceso de alejamiento de aquellos que le acogieron cuando era un joven desarraigado y se convirtieron en su particular familia. El realizador, que ganó el premio Óscar con un corto de ficción que se titula igual que este largometraje, trata de explicarnos a través de esta historia basada en hechos reales qué lleva a muchos chicos blancos y pobres a unirse a este tipo de formaciones. El deseo de encontrar un particular hogar y sentirse llamados para una causa que ellos creen erróneamente importante son las motivaciones que utilizan los adultos para utilizarlos como asesinos de extranjeros y minorías.
Como ocurre con el protagonista, es precisamente en el momento que alguno de sus miembros intenta formar su propia familia cuando se comienzan a resquebrajar las convicciones y se inicia el proceso de separación, que algunos casos puede ser peligroso para el converso.
Hay muy buenas intenciones en la película de Nattiv, pero también una excesiva corrección que nunca logra que lo mostrado tenga la fuerza que debiera y, por otra parte, el guion cae en algunas reiteraciones que dan como resultado un trabajo desigual.
No obstante, la buena labor de todo el reparto consigue que el conjunto se sostenga. Jamie Bell refleja perfectamente el proceso de cambio del protagonista, mientras la siempre estupenda Vera Farmiga, en la piel de la mujer que ejerce de madre adoptiva de los neonazis, sabe imprimir al personaje los necesarios claroscuros. Lo mismo se puede decir de Danielle MacDonald, que aporta sensibilidad y ternura a esa progenitora capaz de poner en peligro a su propia familia para conseguir que el hombre que ama rompa el poderoso vínculo con su particular secta.
1 comment
Me apetece verla y me apetece que Jamie Bell acabe siendo el gran actor que apunta que será.