Si se le pregunta al espectador que acaba de ver La distancia sin haberse leído antes la ficha técnica, de que país cree que es el director de la película, probablemente España sea la última de sus respuestas. Sergio Caballero elabora una película nada convencional, que no se ajusta al canon que impera en la mayoría de película españolas. La obra, muy experimental, parece una combinación del estilo de Tarkovsky y el de Béla Tarr en clave de humor.
La película transcurre en Siberia y gira alrededor de tres enanos con poderes sobrenaturales que han de robar algo llamado La distancia. Pero Caballero deja de lado el argumento para centrarse en la imagen y en la forma. Lo onírico y lo absurdo son dos de los elementos más buscados y los dominadores de la narración. La distancia no es una película que se haya de entender, es una película creada para ser admirada, para dejarse llevar por la hermosa fotografía, por los planos estáticos y lentos cuidadosamente colocados, por los elementos puramente estéticos primero y después por aquello que se explica. Es necesario atender primero a la poética de la imagen para después interpretar su significado.
He de admitir que La distancia no es una película fácil de ver, no está preparada para aquel público que busque entretenimiento, requiere concentración. Muchas la catalogaran de aburrida y vacía de significado, pero a mí me ha convencido y me ha parecido una gran iniciativa innovadora.
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