The guest, de Adam Wingard, se puede resumir con tan solo una frase: nunca te fíes de aquellas personas que se acoplan en tu casa en plan okupa. El film comienza con el soldado David llegando a la casa de los Peterson y, bajo el pretexto de ayudar a la familia a superar la muerte del hijo mayor, acaba aprovechando la coyuntura para pasar unos días viviendo con la familia. Pero algo huele a chamusquina desde el principio. El actor que interpreta a David es una copia clavada de Ryan Gosling, demasiado musculoso, demasiado simpático, demasiado perfecto. Las cosas nunca pueden ser tan idílicas, algo extraño rodea a la figura de David, es como una versión maquiavélica de Jason Bourne, y la hija mayor de la familia sospecha desde el principio.
Pero el personaje de David nos encanta, su actitud robótica y chulesca nos divierte, y eso es lo único que salva a la película. La trama no nos cuenta nada en especial, simplemente nos muestra la vida de un tío chalado. No destacan ni la dirección, ni la interpretación, cinematográficamente hablando es una producción mediocre. Pero no hay que negar su condición como producto que entretiene al público, no de forma exagerada, pero haciéndole pasar un buen rato.