El cineasta cubano Ernesto Daranas (La Habana, 1961) nos regaló hace bien poco Conducta (2014), una obra con mucha fe en la educación, homenaje a una maestra que no se quiere jubilar, y leve crítica al anquilosado régimen castrista. Esta misma perspectiva está presente en Sergio & Serguéi con la fe en la buena gente comprometida con los suyos, abierta al mundo, y con la caricatura de la burocracia de dirigentes políticos que ven enemigos por doquier o funcionan con el paternalismo de quien permite o prohibe la comunicación con personas de fuera de la isla.
Sergio & Serguéi es una comedia llena de emociones y voluntad de insuflar ilusiones en la esclerotizada sociedad cubana, pone en escena a tres personajes en otros tantos espacios: Sergio, un profesor de filosofía marxista en La Habana, que emplea su tiempo libro como radioaficionado; el cosmonauta Serguéi que espera en la estación Mir su vuelta a la tierra en un momento de convulsión política, con la desintegración de la URSS en 1991; y Peter, un crítico con los manejos del poder norteamericano llegado desde Polonia a Nueva York en su infancia huyendo de la persecución nazi a los judíos. También está la hija de seis años de Sergio y la madre de éste, quien ha de volver a trabajar en su antiguo oficio de cigarrera por los apuros económicos de “período especial”; el vecino Ulises, que se gana la vida fabricando pateras artesanales para los balseros que buscan un futuro mejor en Florida; Paula, una estudiante universitaria que se rebela ante las exigencia académicas y plantea enmiendas a la totalidad de un sistema que percibe como caduco; y los funcionarios Lía y Ramiro, celosos vigilantes de las comunicaciones radiales de Sergio e inútiles guardianes de las esencias del régimen.
La ambientación de esta suerte de fábula, en el preciso momento de descomposición de la Unión Soviética en 1991, sirve para unir dramáticamente las soledades e incertidumbres del cosmonauta Serguéi –inspirado en el caso real de Serguéi Krikaliov, que viajó a la Mir en diciembre de 1990 y fue recuperado diez meses después, con un retraso de seis durante los cuales nadie parecía responsabilizarse de él- y de Sergio, profesor de una materia en descrédito que pierde trabajos de traductor y se ve acuciado por una economía cada vez más precaria. Hasta tiene que montar en su casa una destilería clandestina. Como indica el director, ambos son “náufragos en el final de la guerra fría” y parecen haber sido abandonados por la Historia. El personaje del norteamericano sirve para caricaturizar al contraespionaje cubano y justificar la recuperación de Serguéi, pero tiene menos entidad.
Producida por la empresa española Mediapro y por la estatal ICAIC cubana, resulta estimulante que el régimen sea capaz de asumir una crítica como la que subyace a la historia de Sergio & Serguéi, con la burla de los dirigentes o funcionarios (decana, policías), la sospecha de quien no piense igual (Sergio puede ser tachado de “perestroiko”) y la muy realista desconfianza hacia la retórica comunista con la que no se come: la madre le dice a Sergio “Prepárate a cantar La Internacional cuando te suenen las tripas”.
Sergio & Serguéi no es una obra redonda y las conversaciones de los dos sergios fuerzan narrativamente una amistad un tanto inverosímil; por el contrario, lo que sucede en La Habana (casa de Sergio, vecino, universidad) logra mayor fuerza dramática. En todo caso, resulta interesante como crónica de un momento histórico y como apuesta humanista por la fe en la capacidad de los seres humanos de sobrevivir en cualquier circunstancia.