La marcha de Selma a Montgomery, de la que ayer se celebró el 50 aniversario, supuso uno de los logros más relevantes de Martin Luther King al conseguir que el Presidente Lyndon B. Johnson promulgase la Ley de Derecho de Voto que aseguraba la no discriminación de los votantes y la supervisión del gobierno central de cualquier comicio. Los detalles de cómo se consiguió esto suponen la totalidad de Selma de Ava DuVernay, que obtuvo dos nominaciones en la pasada edición de los Oscars, entre ellas a Mejor Película, y consiguió alzarse con el premio a la Mejor Canción.
La vida de Martin Luther King es de las que merecen ser conocidas, al igual que las historias de Stephen Hawking y Alan Turing, pero, al contrario de lo que sucedía con las películas de los ilustres mencionados, Selma se centra en un hecho concreto en lugar de intentar recorrer inabarcables decenios de una vida llena de hechos destacables. Esta concreción hace que la película de DuVernay tenga el foco muy claro en qué es lo que quiere contar y hay que admitir que está bien contado: el guión y el montaje avanzan a buen ritmo, la narración es clara y eficiente y las interpretaciones son más que correctas. Nada que reprochar. Selma es una película que se ve con interés, en caso que se desconozca la historia, y nos deja, sobre todo, un retrato de Luther King como un brillante estratega y un visionario a la hora de plantear soluciones a problemas que cualquier otro habría manejado de forma muy diferente.
Una vez puesta fuera de toda duda la relevancia de lo contado en Selma y, por qué no decirlo, la oportunidad de lo narrado a la vista de las recientes noticias de abusos policiales hacia la comunidad afroamericana en Estados Unidos, nos queda lo cinematográfico y aquí es donde Selma se queda corta: Ava DuVernay y su guionista Paul Webb no consiguen trascender la historia descrita ni el personaje expuesto. Una vez terminada la película sabemos más de la problemática de la comunidad negra en Estados Unidos, pero conocemos muy poco, por ejemplo, a la persona de Martin Luther King: el retrato humano no prevalece sobre el perfil de King como activista y esto le resta puntos a la película de DuVernay a la hora de alejarse de un registro meramente documental.
Selma es una película interesante por lo que cuenta pero no por cómo se cuenta ni por el poso que deja que es débil: quizás nos pueda despertar la curiosidad por saber algo más sobre la historia y nos sirva para comprender que el racismo sigue siendo un problema en Estados Unidos. Seguro que resulta muy útil como herramienta didáctica en los institutos.
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