La presencia de Martin Scorsese en la producción de A Ciambra no deja de convertirse en uno de los mayores reclamos de la cinta dirigida por Jonas Carpignano. Tras haber realizado en 2014 un cortometraje del mismo título, la película que nos ocupa recupera al mismo personaje, Pio Amato, en su proceso de maduración y paso a la edad adulta.
Pio, un gitano de 14 años, se debate entre el vínculo de sangre con su hermano, un maleante de poca monta, y una nueva amistad con un joven subsaharaiano, su enemigo natural por etnia. Durante varios días Pio sufrirá toda una serie de acontecimientos que cambiarán su forma de ver el mundo y le hará revisar sus lealtades.
No es de extrañar que al cineasta italoamericano le interesase esta historia que no deja de tener cierta similitudes con Uno de los nuestros. A Ciambra habla de la familia como nexo de unión inquebrantable, de las lealtades que van más allá de la sangre y de como el entorno de delincuencia se convierte en un destino inexorable. Todos estos temas están enunciados por Carpignano con un lenguaje documental y el uso de actores no profesionales que dan verosimilitud a lo que se está contando y, por qué no decirlo, cierta incomodidad por ver a menores en actitudes adultas con excesiva naturalidad.
Aún así, el andamiaje de A Ciambra se pierde en un mar de anécdotas vistas una y mil veces en este tipo de cine naturalista. Además Carpignano tampoco presta demasiado interés en la puesta en escena más allá de seguir atropelladamente a los personajes con la cámara con la idea de fomentar un realismo que a veces roza lo grotesco por excesivamente escatológico. Todo ello acompañado de una estridente música que intenta dar espectacularidad a momentos que en realidad pedían otro tratamiento más delicado.
Finalmente, A Ciambra no va más allá de ser una nueva exposición de miserias desde los ojos de un niño que descubre que el mundo adulto es un lugar inhóspito y lleno de crueldad. Otra nueva muestra de un cine desesperanzado y pleno de pesimismo tan del gusto del festival. Que aunque sea cierto que existe la miseria en el mundo y haya que denunciarla también conviene mirar al otro lado de la esperanza.